domingo, 25 de marzo de 2018

Los Cuatro Acuerdos (10). El 2º Acuerdo: No te tomes nada personalmente.

Los tres acuerdos siguientes nacen, en realidad, del primero. El Segundo Acuerdo consiste en no tomarte nada personalmente. 

Suceda lo que suceda a tu alrededor, no te lo tomes
personalmente. Utilizando un ejemplo anterior, si te encuentro en la calle y te digo: “¡Eh, eres un estúpido!”, sin conocerte, no me refiero a ti, sino a mí. Si te lo tomas personalmente, tal vez te creas que eres un estúpido. Quizá te digas a ti mismo: “¿Cómo lo sabe? ¿Acaso es clarividente o es que todos pueden ver lo estúpido que soy?”.

Te lo tomas personalmente porque estás de acuerdo con
cualquier cosa que se diga. Y tan pronto como estás de
acuerdo, el veneno te recorre y te encuentras atrapado en el
sueño del infierno. El motivo de que estés atrapado es lo que
llamamos “la importancia personal”. La importancia personal, o el tomarse las cosas personalmente, es la expresión máxima del egoísmo, porque consideramos que todo gira a nuestro alrededor. Durante el periodo de nuestra educación (o de nuestra domesticación), aprendimos a tomarnos todas las cosas de forma personal. Creemos que somos responsables de todo.

iYo, yo, yo y siempre yo!
Nada de lo que los demás hacen es por ti. Lo hacen por ellos
mismos. Todos vivimos en nuestro propio sueño, en nuestra
propia mente; los demás están en un mundo completamente
distinto de aquel en que vive cada uno de nosotros. Cuando nos tomamos personalmente lo que alguien nos dice, suponemos que sabe lo que hay en nuestro mundo e intentamos imponérselo por encima del suyo.

Incluso cuando una situación parece muy personal, por ejemplo cuando alguien te insulta directamente, eso no tiene nada que ver contigo. Lo que esa persona dice, lo que hace y las opiniones que expresa responden a los acuerdos que ha establecido en su propia mente. Su punto de vista surge de toda la programación que recibió durante su domesticación.

Si alguien te da su opinión y te dice: “¡Oye, estás muy gordo!”, no te lo tomes personalmente, porque la verdad es que se refiere a sus propios sentimientos, creencias y opiniones. Esa persona intentó enviarte su veneno, y si te lo tomas personalmente, lo recoges y se convierte en tuyo. Tomarse las cosas personalmente te convierte en una presa fácil para esos depredadores, los magos negros. Les resulta fácil atraparte con una simple opinión, después te alimentan con el veneno que quieren, y como te lo tomas personalmente, te lo tragas sin rechistar.

Te comes toda su basura emocional y la conviertes en tu propia basura. Pero si no te lo tomas personalmente, serás inmune a todo veneno aunque te encuentres en medio del infierno. Esa inmunidad es un don de este acuerdo.

Cuando te tomas las cosas personalmente, te sientes ofendido y reaccionas defendiendo tus creencias y creando conflictos.

Haces una montaña de un grano de arena porque sientes la
necesidad de tener razón y de que los demás estén
equivocados. También te esfuerzas en demostrarles que tienes razón dando tus propias opiniones. Del mismo modo, cualquier cosa que sientas o hagas no es más que una proyección de tu propio sueño personal, un reflejo de tus propios acuerdos. Lo que dices, lo que haces y las opiniones que tienes se basan en los acuerdos que tú has establecido, y no tienen nada que ver conmigo.

Lo que pienses de mí no es importante para mí y no me lo tomo personalmente. Cuando la gente me dice: “Miguel, eres el mejor”, no me lo tomo personalmente, y tampoco lo hago cuando me dice: “Miguel, eres el peor”. Sé que cuando estés contento, me dirás: “Miguel, eres un ángel”. Pero cuando estés enfadado conmigo, me dirás: “iOh, Miguel, eres un demonio! Eres repugnante. ¿Cómo puedes decir esas cosas?”. Ninguno de los dos comentarios me afecta porque yo sé lo que soy. No necesito que me acepten. No necesito que nadie me diga: “¡Miguel, qué bien lo haces!”, o: “¡Cómo eres capaz de hacer eso!”.

No, no me lo tomo personalmente. Pienses lo que pienses,
sientas lo que sientas, sé que se trata de tu problema y no del mío. Es tu manera de ver el mundo. No me lo tomo de un modo personal porque te refieres a ti mismo y no a mí. Los demás tienen sus propias opiniones según su sistema de creencias, de modo que nada de lo que piensen de mí estará realmente relacionado conmigo, sino con ellos.

Es posible que incluso me digas: “Miguel, lo que dices me
duele”. Pero lo que te duele no es lo que yo digo, sino las
heridas que tienes y que yo he rozado con lo que he dicho. Eres tú mismo quien se hace daño. No me lo puedo tomar personalmente en modo alguno, y no porque no crea ni confíe en ti, sino porque sé que ves el mundo con distintos ojos, con los tuyos. Creas una película entera en tu mente, y en ella tú eres el director, el productor y el protagonista. Todos los demás tenemos papeles secundarios. Es tu película.

La manera en que ves esa película se basa en los acuerdos
que has establecido con la vida. Tu punto de vista es algo
personal tuyo. No es la verdad de nadie más que de ti. Por consiguiente, si te enfadas conmigo, sé que eso está
relacionado contigo. Yo soy la excusa para que tú te enfades. Y te enfadas porque tienes miedo, porque te enfrentas a tu miedo.

Si no tuvieras miedo, no te enfadarías conmigo en modo alguno. Si no tuvieras miedo, no me odiarías en modo alguno. Si no tuvieras miedo, no estarías triste ni celoso en modo alguno. Si vives sin miedo, si amas, no hay lugar para ninguna de esas emociones. Si no tienes ninguna de esas emociones, lógicamente te sientes bien. Cuando te sientes bien, todo lo que te rodea está bien. Cuando todo lo que te rodea es magnífico, todo te hace feliz. Amas todo lo que te rodea porque te amas a ti mismo, porque te gusta como eres, porque estás contento contigo mismo, porque te sientes feliz con tu vida. Estás satisfecho con la película que té mismo produces y con los acuerdos que has establecido con la vida. Estás en paz y eres feliz. Vives en ese estado de dicha en el que todo es verdaderamente maravilloso y bello. En ese estado de dicha, estableces una relación de amor con todo lo que percibes en todo momento.






domingo, 18 de marzo de 2018

Los 4 Acuerdos.- (9) El 1er Acuerdo: Sé impecable con tus palabras. (4)

Durante años, las palabras de los demás nos han transmitido chismes y nos han lanzado hechizos, pero lo mismo ha hecho la manera en que utilizamos las palabras con nosotros mismos. Nos hablamos constantemente, y la mayor parte del tiempo decimos cosas como: “Estoy gordo. Soy feo. Me hago viejo. Me estoy quedando calvo. Soy estúpido, nunca entiendo nada. Nunca seré lo suficientemente bueno. Nunca seré perfecto”. ¿Ves de qué modo utilizamos las palabras contra nosotros mismos? Es necesario que empecemos a comprender lo que son las palabras y lo que hacen. Si entiendes el Primer Acuerdo (Sé impecable con tus palabras), verás cuántos cambios ocurren en tu vida. En primer lugar, cambios en tu manera de tratarte y en tu forma de tratar a otras personas, especialmente aquellas a las que más quieres.

Piensa en las innumerables veces que has explicado chismes sobre el ser que más amas para conseguir que otras personas apoyasen tu punto de vista. ¿Cuántas veces has captado la atención de otras personas y has esparcido veneno sobre un ser amado para hacer que tu opinión pareciese correcta? Tu opinión no es más que tu punto de vista, y no tiene por qué ser necesariamente verdad. Tu opinión proviene de tus creencias, de tu ego y de tu propio sueño. Creamos todo ese veneno y lo esparcimos entre otras personas sólo para sentir que nuestro punto de vista es correcto.

Si adoptamos el Primer Acuerdo y somos impecables con nuestras palabras, cualquier veneno emocional acabará por desaparecer de nuestra mente y dejaremos de transmitirlo en nuestras relaciones personales, incluso con nuestro perro o nuestro gato.

La impecabilidad de tus palabras también te proporcionará inmunidad frente a cualquier persona que te lance un hechizoSolamente recibirás una idea negativa si tu mente es un campo fértil para ella.

Cuando eres impecable con tus palabras, tu mente deja de ser un campo fértil para las palabras que surgen de la magia negra, pero sí lo es para las que surgen del amor. Puedes medir la impecabilidad de tus palabras a partir de tu nivel de autoestima. La cantidad de amor que sientes por ti es directamente proporcional a la calidad e integridad de tus palabras. Cuando eres impecable con tus palabras, te sientes bien, eres feliz y estás en paz.

Puedes trascender el sueño del infierno sólo con llegar al acuerdo de ser impecable con tus palabras. Ahora mismo estoy plantando una semilla en tu mente. Que crezca o no, dependerá de lo fértil que sea tu mente para recibir las semillas del amor. Tú decides si llegas o no a establecer este acuerdo contigo mismo: Soy impecable con mis palabras. Nutre esta semilla, y a medida que crezca en tu mente, generará más semillas de amor que reemplazarán a las del miedo.

El Primer Acuerdo cambiará el tipo de semillas para las que tu mente resulta fértil.

Sé impecable con tus palabras. Este es el primer acuerdo al que debes llegar si quieres ser libre, ser feliz y trascender el nivel de existencia del infierno. Es muy poderoso. Utiliza tus palabras apropiadamente. Empléalas para compartir tu amor. Usa la magia blanca empezando por ti. Dite a ti mismo que eres una persona maravillosa, fantástica. Dite cuánto te amas. Utiliza las palabras para romper todos esos pequeños acuerdos que te hacen sufrir.

Es posible. Lo es porque yo mismo lo hice y no soy mejor que tú. Somos exactamente iguales. Tenemos el mismo tipo de cerebro, el mismo tipo de cuerpo; somos seres humanos. Si yo fui capaz de romper esos acuerdos y crear otros nuevos, también tú puedes hacerlo. Si yo soy impecable con mis palabras, ¿por qué no tú? Este acuerdo, por sí solo, es capaz de cambiar toda tu vida. La impecabilidad de tus palabras te llevará a la libertad personal, al éxito y a la abundancia; hará que el miedo desaparezca y lo transformará en amor y alegría.

Imagínate lo que es posible crear sólo con la impecabilidad de las palabras. Trascenderás el sueño del miedo y llevarás una vida diferente. Podrás vivir en el cielo en medio de miles de personas que viven en el infierno, porque serás inmune a él. Alcanzarás el reino de los cielos con este acuerdo:
impecable con tus palabras.




domingo, 11 de marzo de 2018

Los 4 Acuerdos.- (8) El 1er Acuerdo: Sé impecable con tus palabras. (3)

Considera las relaciones humanas diarias, e imagínate cuántas veces nos lanzamos hechizos los unos a los otros con nuestras palabras. Con el tiempo, esto se ha convertido en la peor forma de magia negra: son los chismes.

Los chismes son magia negra de la peor clase, porque son puro veneno. Aprendimos a contar chismes por acuerdo. De niños, escuchábamos a los adultos que nos rodeaban chismorrear sin parar y expresar abiertamente su opinión sobre otras personas. Incluso opinaban sobre gente a la que no conocían. Mediante esas opiniones, transferían su veneno emocional, y nosotros aprendimos que esta era la manera normal de comunicarse.

Contar chismes se ha convertido en la principal forma de comunicación en la sociedad humana. Es la manera que utilizamos para sentirnos cerca de otras personas, porque ver que alguien se siente tan mal como nosotros, nos hace sentir mejor.

Hay una vieja expresión que dice: “A la miseria le gusta estar acompañada”, y la gente que sufre en el infierno no quiere estar sola. El miedo y el sufrimiento son un aspecto importante del sueño del planeta; son la razón de que ese sueño nos continúe reprimiendo.

Si hacemos una analogía y comparamos la mente humana con un ordenador, el chismorreo es comparable a un virus
informático, que no es más que un programa escrito en el mismo lenguaje que los demás, pero con una intención dañina. Se introduce en el ordenador cuando menos te lo esperas, y en la mayoría de los casos, sin que ni siquiera te des cuenta. Una vez se ha introducido en él, tu ordenador no va demasiado bien o no funciona en absoluto, porque todo se lía y hay tal cantidad de mensajes contradictorios que resulta imposible obtener resultados satisfactorios. 

El chismorreo entre los seres humanos funciona de la misma manera. Por ejemplo, empiezas un curso con un nuevo profesor; es algo que esperabas desde hace mucho tiempo. El primer día te encuentras con alguien que anteriormente asistió a ese curso y te dice: “¡Ese profesor es un pedante y un pelmazo! No tiene ni idea, y además, es un pervertido, de modo que ve con cuidado”.

Las palabras de esa persona y las emociones que te transmitió cuando te hizo este comentario se te quedan inmediatamente grabadas; sin embargo, no eres consciente de qué motivos tenía para hacértelo. Quizás estaba enfadada por haber suspendido, o simplemente hacía suposiciones fundamentadas en el miedo y los prejuicios. Pero dado que has aprendido a ingerir información como un niño, parte de ti cree el chisme. Y en la clase, mientras el profesor habla, sientes que el veneno aparece en tu interior y te resulta imposible comprender que lo ves a través de los ojos de la persona que te fue con el chisme. Entonces, empiezas a hablar de ello con los otros integrantes del curso, hasta que acaban por ver al profesor del mismo modo: como un pelmazo y un pervertido. Realmente no soportas estar ahí, y pronto decides dejar de ir. Culpas al profesor, pero el culpable es el chisme.

Un pequeño virus informático es capaz de generar un lío de este tipo. Una mínima información errónea puede estropear la comunicación entre las personas e infectar a todos aquellos que toca, que a su vez contagian a más gente. Imagínate que cuando otras personas te cuentan chismes, introducen virus informáticos en tu mente que hacen que pienses cada vez con menor claridad. Después imagina que, en un esfuerzo por aclarar tu propia confusión y para aliviarte del veneno, tú también chismorreas y contagias estos virus a otras personas.

Ahora, imagínate que esta pauta prosigue en una cadena interminable entre todos los seres humanos de la Tierra. El resultado es un mundo lleno de personas que sólo pueden obtener información a través de circuitos que están obstruidos por un virus venenoso y contagioso. Una vez más, este virus es lo que los toltecas denominaron mitote el caos de miles de voces distintas que intentan hablar al mismo tiempo en la mente. 

Aún peores son los magos negros o “piratas informáticos”, que extienden el virus intencionadamente. Recuerda alguna ocasión en la que tú mismo (o alguien que conozcas) estabas furioso con otra persona y deseabas vengarte de ella. Para hacerlo, le dijiste algo con la intención de esparcir el veneno y conseguir que se sintiera mal consigo misma. De niños actuamos de este modo casi sin darnos cuenta, pero a medida que vamos creciendo, nuestros esfuerzos por desprestigiar a la gente son mucho más calculados. Entonces, nos mentimos a nosotros mismos y nos decimos que la persona en cuestión recibió un justo castigo por su maldad.

Cuando contemplamos el mundo a través de un virus informático, resulta fácil justificar incluso el comportamiento más cruel. No somos conscientes de que el mal uso de nuestras palabras nos hace caer más profundamente en el infierno.





viernes, 9 de marzo de 2018

Conocimiento de Sí Mismo (36). Capítulo XII: Papel de Buddhi en nuestra vida (3)

Hemos dicho ya que la Intuición es el instrumento para reconocer verdades espiritualespero vale la pena, por vía de ilustración, tomar una de estas verdades y mostrar cómo aparece en la conciencia física inferior. Tomemos, por ejemplo, la verdad de la Unidad de la Vida. Aquí abajo, en los planos inferiores, cegados por la ilusión nos vemos separados de los demás, aparte. Nos identificamos con nuestros cuerpos; nuestros intereses chocan entre sí, y por tanto peleamos y atropellamos a nuestro prójimo para alcanzar nuestros propios fines individuales. Pero a pesar de esta aparente diversidad y conflicto de intereses, algunos individuos están desarrollando gradualmente y en diversa medida cierta conciencia de paternidad, un sentimiento de simpatía hacia todos los seres vivientes; no pueden sentirse contentos con la satisfacción de sus propios deseos; su naturaleza íntima se niega a quedar satisfecha mientras no queden atendidas también las necesidades de sus prójimos.  Al ver sufrir a otros, sufren con ellos en cierta medida, y cuando ven crueldad se sienten impelidos a acudir en ayuda del que la sufre. Sienten una verdadera simpatía y profunda preocupación por el bienestar de otros, que no deben confundirse con conceptos puramente ideológicos de fraternidad basado nada más que en el intelecto. Estos conceptos los vemos expresarse en el mundo moderno en los conflictos más terribles asociados con crueldad e
insensibilidad del tipo más bárbaro.

¿De dónde nace ese sentimiento de simpatía y de parentesco con todas las criaturas vivientes? No del intelecto, el cual es la fuente misma de las tendencias separativas y egoístas. Lo que ocurre es que cuando el cuerpo Intuicional está eficientemente desarrollado y el Ego ha visto la unidad de la Vida en el plano Intuicional, este saber se infiltra gradualmente hacia la conciencia inferior donde brota como simpatía y ternura hacia todas las criaturas vivientes. Estas dos cualidades son tan características en todos los santos y sabios. En el caso de almas más jóvenes cuyo vehículo Intuicional no está
suficientemente desarrollado y por tanto no han percibido esta Unidad en los planos superiores, es natural que no exista este sentido de unidad y simpatía y que el egoísmo y la cruel dad sean sus modos normales de expresarse en su vida.

El grado en que se sienta esta Unidad de la Vida en los planos inferiores, dependen de dos factores. Primero, la medida en que el Ego haya desarrollado su conciencia en los planos superiores y su vehículo Intuicional. Y, segundo, el grado en que esté abierto el pasaje entre lo inferior y lo superior para que la luz y el saber de los planos superiores puedan llegar hasta la mente. El vehículo Búddhico puede estar bien desarrollado y la visión en los planos superiores puede ser clara; pero el pasaje hacia los planos inferiores puede estar tan obstruido por nuestro egoísmo y mezquindad y mundanalidad, que la luz del mundo superior se estrelle en vano contra los muros de la mente y no pueda evocar ninguna respuesta simpática. Aunque vivimos en la conciencia omniabarcante de Dios en los planos superiores, estamos inconscientes de nuestra índole Divina en los planos inferiores.

Una vez que se ha percibido la visión de la Unidad en los planos superiores, el modo de traerla a los planos inferiores de la mente consiste en apoderarse de esa mente y trabajar en su purificación, de modo que la luz de lo superior pueda brillar sin obstrucciones a través de ella. Pues así como el cuerpo Causal es un espejo que refleja la Mente Universal, también el vehículo Búddhico es un espejo que refleja la Conciencia de la Vida Universal que está inmanente en mundo manifestado y que resplandece en grados diferentes a través de todas las criaturas vivientes. Cuando más pulido esté ese espejo, con mayor plenitud se reflejará esa Conciencia Universal en una mente pura y armonizada.

Del estudio de las funciones de la Intuición mencionadas en estos párrafos, podemos obtener cierta idea acerca de esta facultad espiritual cuyo desarrollo anuncia el desenvolvimiento de nuestra naturaleza Divina y pone en nuestras manos una especie de brújula que nos ayuda a cruzar las aguas agitadas de la vida y llegar a la lejana costa de la Iluminación. Una de estas funciones que hemos visto es la capacidad de conocer directamente las verdades espirituales sin pasar por el proceso intelectual del raciocinio. El hombre en quien ha empezado a funcionar esta facultad, se vuelve consciente de estas verdades, simplemente. Este saber no le llega desde afuera, ni siquiera desde los planos internos por un proceso de transmisión del pensamiento, sino brota espontáneamente en su corazón como nacen las aguas de un arroyo. Puede ignorar de dónde le viene; puede ser incapaz de comunicar lo a otros; pero está ahí, y hay cierta certeza en ese saber de una clase que jamás se encuentra en el conocimiento que se adquiere por medio del intelecto. La mayoría de los sabios y santos que han aparecido de vez en cuando en el mundo no fueron eruditos, no aprendieron en libros; y sin embargo demostraron una percepción en los problemas fundamentales de la vida que los colocó muy por encima de sus contemporáneos.

Hay dos puntos que anotar acerca de este saber que viene del plano Intuicional. En primer lugar, no es conocimiento sobre los asuntos ordinarios, el cual es de la incumbencia de la mente. Por muy iluminado que sea un santo, si le presentamos un problema de cálculo diferencial, o le preguntamos algo sobre el mecanismo de un automóvil no podrá contestarnos bien a menos que haya estudiado especialmente esa cuestión. Adquirir conocimiento
detallado sobre estas cosas es función de la mente y no de la Intuición. Y cuando una persona iluminada quiere saber algo acerca de esas cuestiones tiene que seguir el camino ordinario. Puede tener poderes superfísicos que le faciliten adquirir esos conocimientos, pero todavía eso está dentro del campo del intelecto y por tanto la persona tiene que trabajar con los poderes y facultades de la mente.

El conocimiento que viene por medio de la Intuición, se refiere a la vida y sus problemas fundamentales, a las relaciones esenciales de las cosas; es más semejante a una luz que ilumina la vida por dentro y en torno de nosotros. La Intuición nos da un sentido infalible de lo recto y lo falso, de la verdad y la mentira; nos permite ver todas las cosas en su propia perspectiva y en su esencia. Pero no elimina la necesidad de usar la mente mientras estamos activos en los mundos inferiores. Tengamos bien claro, pues, lo que puede y lo que no puede esperarse del desarrollo de esta facultad, y no confundamos la conciencia Intuicional con la omnisciencia.

El segundo punto que debemos anotar con respecto a la conciencia Intuicional es su naturaleza dual. Por un lado está conectada con fenómenos pertenecientes al intelecto, y por el otro con fenómenos relacionados con las emociones cuando la energía del plano Intuicional desciende a los planos inferiores, su modo de manifestarse depende del tipo de mecanismo por cuyo medio opera. Cuando opera en el campo del intelecto se refleja como conocimiento espiritual. Y cuando opera en la esfera de las emociones se refleja como amor espiritual. Es la misma fuerza en ambos casos, pero su expresión depende del mecanismo por cuyo medio opera. Este fenómeno es bien conocido en el campo de la ciencia física, donde la misma fuerza aparece en diferentes formas según el mecanismo por cuyo medio funciona. Una misma corriente eléctrica produce luz al pasar por una bombilla, y calor al pasar por un radiador.

En general, se ha visto que cuando la conciencia Búddhica empieza a desarrollarse en un hombre de temperamento emotivo, aparece como intenso amor en forma de devoción;
mientras que en un hombre de tipo intelectual aparece como capacidad de ver con mucha claridad todos los problemas fundamentales de la vida. Al profundizarse ese amor o esa
visión, surge gradualmente un nuevo estado de conciencia que generalmente llamamos sabiduría. Esta naturaleza dual de la Intuición es la que nos permite adoptar uno entre dos medios para desarrollarla: o por medio de la Devoción, ese intenso amor que se entrega totalmente al objeto de devoción, o por medio del Discernimiento, esa inteligencia inquisitiva que puede superar todas las ilusiones de la mente y entrar en contacto con la vida que está más allá de la mente. Esto no significa, desde luego, que el amor o la inteligencia sean suficientes por sí solos, sino que uno de estos dos aspectos de la conciencia predominará en las primeras etapas hasta fusionarse finalmente en un estado de conciencia que no es ni puro amor ni pura inteligencia sino una síntesis de ambos.

Buddhi es también dual, en otro sentido diferente. En los párrafos anteriores hemos estado tratando sobre una función de Buddhi que puede llamarse perceptiva, porque tiene que ver con la percepción de las cosas, con verlas en el sentido espiritual. Podría decirse que es una función pasiva que corresponde a la función de los Jnanendriyas en el campo mental. Incluso cuando se expresa como amor espiritual, esta función es esencialmente perceptiva puesto que el amor espiritual depende de la percepción de la Unidad de la Vida, ya sea directa o indirectamente como se la perciba. Pero Buddhi tiene también una función activa que corresponde a la de los karmendriyas en el campo mental. Esta función está conectada con aquel papel de Buddhi en que sirve como instrumento del Atma y energiza la mente. Generalmente se le presta poca atención a esta función de Buddhi; pero el estudio de la filosofía Yóguica muestra que esta función activa es tan importante como la función perceptiva. A Buddhi se le considera como el Vahan de Vishnú, y Vishnú no sólo es la conciencia Universal que todo lo abarca en su Visión Divina, sino también el Energizador, Preservador y Regente del Mundo que él preside. En el caso de la Mónada, ella ejerce esta función dual por medio del vehículo Intuicional que funciona en los planos Búddhico y Manásico. A esta función dual de Buddhi se debe que cuando hay verdadera Sabiduría, ver la Verdad y vivir la Vida son inseparables. 



El enlace al libro, por si prefieres leerlo a tu ritmo:



miércoles, 7 de marzo de 2018

Conocimiento de Sí Mismo (35) Capítulo XII: Papel de Buddhi en nuestra vida (2)

Empecemos por la función más simple de la Intuición, esto es, la de la comprensión. El psicólogo moderno considera a la comprensión en su sentido ordinario como una función de la mente. Pero es realmente una función de Buddhi, de la Intuición, principio superior al de la mente. La mente apenas puede combinar las impresiones que recibe de un objeto a través de los sentidos, y con ellas forma una imagen compuesta. Pero a menos que la luz de Buddhi ilumine esa imagen, no podemos comprender ese objeto. Leemos en muchos libros sobre Yoga que las impresiones que se captan del mundo externo por medio de los órganos sensorios se reflejan hacia adentro, primero en la mente, de donde se reflejan en la intuición, y luego la Intuición las presenta al morador interno, la Individualidad. Muchos no entienden lo que significa ese reflejo en la Intuición. Significa que la imagen mental se transforma en una comprensión del objeto representado por esa imagen. La mente inferior o concreta no puede por sí sola comprender ningún objeto; necesita que la luz de la Intuición resplandezca a través de su imagen mental. Según la psicología Oriental, la mente es mecánica y no posee la capacidad de comprender ninguna cosa. Esa comprensión de los objetos que la mente presenta ante la conciencia interna, es una de las funciones primarias y simples de Buddhi. Y esta función está presente desde el mismísimo comienzo cuando el cuerpo Intuicional es todavía rudimentario.

La siguiente función de Buddhi, en orden de desarrollo y relacionada con la anterior, es la que en lenguaje corriente se llama inteligencia. No intelecto, sino inteligencia. Es fácil confundir el uno con la otra. Se trata de dos cosas diferentes, aunque es difícil definir su diferencia. Todos entendemos más o menos la diferencia entre un intelectual y un hombre inteligente. El intelectual tiene su mente bien desarrollada, cargada de hechos, y puede ejecutar fácil y eficazmente varias operaciones mentales. El hombre inteligente es el que posee la capacidad de comprender la significación o la importancia del conocimiento que posee; ha destilado su ciencia y su experiencia, y ha extraído aquella esencia sutil que llamamos sabiduría. Puede ver las cosas como son. Ver las cosas como son, es tal vez la característica más importante de la inteligencia.

Todos sabemos de personas que son muy intelectuales pero poco inteligentes; están constantemente pasando por alto la verdadera significación de cosas y situaciones. Las dos guerras mundiales son una notable lección objetiva sobre esta diferencia entre intelecto e inteligencia, y nos muestran el espectáculo horrendo de lo que el intelecto hace cuando no está iluminado por la inteligencia. Esta diferencia entre intelecto e inteligencia se debe a que el intelecto tiene su origen en la mente sola, mientras que la inteligencia tiene su fuente en el principio Búddhico que supera al mental.

Luego de tratar acerca de estas funciones elementales pero poco reconocidas de la Intuición podemos pasar a algunas otras funciones que se desarrollan en las etapas posteriores de su evolución. Una de estas funciones se llama Viveka o Discernimiento. Frecuentemente leemos en libros sobre Yoga y Teosofía, que sin el desarrollo del Discernimiento no es posible hollar el Sendero. Es, como si dijéramos, el A.B.C. de la vida espiritual. ¿En qué consiste esta facultad de Viveka? generalmente se la define como saber distinguir entre lo real y lo irreal. Pero quizá podemos formarnos una idea mejor si la consideramos como la capacidad de ver la vida y sus problemas como realmente son. Vivimos en un mundo ilusorio sin darnos cuenta de ello. Cuando empezamos a despertar espiritualmente, vamos dándonos cuenta de esas ilusiones. Este despertar y el empezar a reconocer una por una las ilusiones, es Discernimiento
Aunque suele pensarse que el Discernimiento es diferente de la inteligencia, si examinamos la cuestión mejor veremos que es una forma de inteligencia más desarrollada, más amplia, que opera en un nivel superior. Cuando la luz de la Intuición ilumina los problemas ordinarios de la vida, es inteligencia. Cuando resplandece sobre los problemas más hondos y fundamentales de la vida y descubre sus ilusiones, es discernimiento. Es, pues, una diferencia de grado y de esfera de acción.

De esta relación entre inteligencia y Discernimiento se deriva una idea importante: que para vivir la vida espiritual necesitamos mucho más inteligencia que para vivir la vida ordinaria del mundo. Quien hace de su vida ordinaria un enredijo y muestra poca inteligencia al tratar sus problemas, no es probable que tenga mayor éxito al tratar los problemas mucho más difíciles y exigentes de la vida espiritual. Es necesario dar una voz de alerta a este respecto, porque muchos aspirantes a la vida espiritual creen que cuando se embarcan en la búsqueda de la Verdad pueden dejar en la refrigeradora su inteligencia y que la gracia de Dios les dará todo cuanto les haga falta. Esa es una idea cómoda para los que desean vivir a su gusto en un mundo imaginario; pero no la corrobora la experiencia de quienes se han embarcado en la divina aventura y se ocupan realmente en luchar por dominar su naturaleza inferior y vencer las ilusiones de la vida en los planos inferiores.

Veamos ahora otra función importante de la Intuición: La capacidad de reconocer y entender las verdades de la vida espiritual. Acabamos de ver que el Discernimiento nos capacita para darnos cuenta de las ilusiones de la vida. Pero ese es apenas el lado negativo de una función cuyo aspecto positivo es el reconocimiento directo de las verdades de la vida espiritual, de lo real en contraste con lo irreal. Si llevamos una luz a un cuarto obscuro, no sólo disipamos la obscuridad sino que inundamos de luz la habitación. Del mismo modo, cuando nace el verdadero Discernimiento no sólo nos damos cuenta de las ilusiones de nuestra vida cotidiana sino que también empezamos a obtener destellos de aquellas realidades y verdades ocultas tras de esas ilusiones.

El hecho de que la intuición y no la mente es el instrumento para conocer verdades espirituales, es muy importante y explica muchos fenómenos que observamos en la vida diaria; por ejemplo, la gran diferencia de apreciación y comprensión de las verdades de la vida superior, entre distintas personas. Algunas las comprenden instintivamente, mientras otras las encuentran absurdas y carentes de convicción. Comprenderlas no es cuestión de argumentar o razonar. La Intuición le permite a uno darse cuenta de estas verdades sin pasar por el proceso engorroso de razonar. Mientras uno no desarrolle la Intuición no podrá captar ciertas verdades. Antes se su ponía que el intelecto era el juez definitivo en estas cuestiones; pero la psicología Occidental ha tenido que reconocer con desgano la existencia de otra facultad a la que llama intuición.

Además de poder reconocer las verdades sin valerse del intelecto, hay una diferencia en el carácter del conocimiento que se adquiere por la Intuición. Este último se asienta en piso firme y no trepida bajo las cambiantes experiencias y pensamientos del individuo; en cambio, el que se basa en el intelecto sólo está expuesto a ser arrasado o viciado por dudas y desconfianzas. Con frecuencia encontramos personas cuya fe en las verdades de la vida superior flaquea constantemente. Un día están con personas agradables y en un ambiente armonioso, y sienten que el hombre es divino, que todo marcha bien en el mundo y que Dios está en el cielo. Al otro día se encuentran entre aparentes injusticias, reciben trato rudo de sus asociados, y entonces se les evapora la fe y se vuelve amargados y escépticos. 
Solamente cuando la luz de la Intuición ilumina claramente nuestras convicciones y nuestra fe, podemos marchar por la vida avanzando hacia nuestra meta sin vacilar, sin que nos afecten vicisitudes y dificultades y persecuciones que nos vengan.

Sin embargo hemos de estar en guardia para no tomar todas nuestras ideas irracionales y a veces tontas como susurros de la Intuición. Es preferible permanecer en el terreno firme aunque árido del intelecto, hasta que nuestra Intuición se haya desarrollado suficientemente y nos ofrezca una guía clara, y no dejarnos llevar por los impulsos y supersticiones que los emotivos equivocan fácilmente con la voz de Dios.

La Intuición no sólo nos capacita para reconocer verdades de la vida superior, sino que también nos da guía confiable para la vida corriente. A todos nos toca encarar diariamente problemas difíciles, y a veces nos parece trabajoso decidir qué camino tomar. El intelecto nos da algunos datos que podemos usar para tomar alguna decisión, pero esos datos nunca son completos pues rara vez conocemos todos los factores de una situación dada. Además, nuestras opiniones y sentimientos previos tienden a parcializar nuestro criterio. Así, nunca nos sentimos seguros de si nuestra decisión es correcta o falsa. ¿Hay algún modo de llegar a una decisión correcta en los asuntos de nuestro vivir? ¿Hay manera de actuar sin yerro bajo toda clase de circunstancias? Sí la hay, pero esta capacidad no puede adquirirse sino desarrollando la Intuición. Siempre hay un modo correcto de hacer cualquier cosa, que significa hacer lo justo en el momento justo y del modo justo sin pasar por los procesos de razonar. La Intuición no nos indicará los detalles; el problema de los modos y medios de actuar tiene que resolverlo la mente; pero sí nos indicará en líneas generales y correctas lo que tenemos que hacer. Cuanto más se desarrolle nuestra vida espiritual y con más constancia brille la luz de la Intuición a través de nuestra mente, más podremos vivir cada momento del día como debe vivirse: en perfecta armonía con la Voluntad Divina. 


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