PRIMER CONTACTO.
Fue él el que se dirigió a mí primero. Me tomó las manos y me invitó a sentarme con él, frente a frente:
Bienvenido. Te estaba esperando.
¿A mí? ¡Si no te conozco!
Yo a ti sí. Pero eso no importa ahora.
Eh, estoy... ¿Dónde estoy? ¿Cómo he llegado hasta aquí?
Eso tampoco importa ahora. Lo sabrás más adelante.
¿Y tú quién eres?
Llámame Isaías. Y aunque tú no me recuerdes ahora, nos conocemos, desde hace mucho, mucho tiempo.
¿Y qué relación hemos tenido tú y yo?
Considérame tu hermano mayor.
No recuerdo haberte conocido nunca.
Eso no importa ahora. Aprovecha el tiempo para preguntar cosas importantes. ¿No tenías preguntas?
¿Preguntas? ¿Qué preguntas?
¿Ahora no te acuerdas? Esas preguntas profundas que tienes desde hace mucho tiempo y para las cuales no has encontrado respuesta.
¿Y tú cómo sabes eso?
Ya he dicho que te conozco. Conozco muy bien tu interior, así que pregunta sin temor, aquí eres totalmente libre.
Me siento desconcertado. ¡Este lugar es tan maravilloso! ¡Me siento tan bien aquí! ¡Es tan diferente del mundo normal! Me siento en paz, tan lleno de... ¡No sé cómo expresarlo!
¡Tan lleno de amor!
Es que, no sé... Porque nunca me había sentido así en mi vida. Pero es maravilloso.
Es normal. Es tu primera vez, tu primer viaje consciente aquí, en esta vida. Pero, por favor, aprovechemos el tiempo. Saca a la luz tus preguntas más profundas.
No sé por dónde empezar. Muchas veces me siento vacío, solo e incomprendido, ¿por qué me pasa esto?
Es normal y a mucha gente le pasa. Es porque vivís en un mundo con mucha falta de amor, estando unos de espaldas a los otros.
Y es cierto que uno puede estar solo en el mundo, aunque tenga mucha gente a su alrededor, porque el sentimiento de soledad parte de no sentirse amado, de no sentirse comprendido. La mayoría de gente de vuestro mundo se ha acostumbrado a vivir así, sin sentir, en soledad interior, en ausencia de amor verdadero. Creéis que estáis solos porque todavía no habéis tomado conciencia de que todos vosotros sois hermanos, que compartís un mismo destino y que os necesitáis los unos a los otros para poder alcanzarlo.
¿Y cuál es ese destino común que tenemos que alcanzar?
La felicidad verdadera, que solo es posible alcanzar a través de la evolución en el amor. El amor es lo único que puede llenar el vacío del interior.
¿Hay algo que te inquiete especialmente?
La pregunta fundamental que me atormenta constantemente es: ¿por qué existo y para qué? ¿Para qué he nacido? ¿He venido a hacer algo? Porque no sé lo que he venido a hacer.
Has venido a evolucionar.
¿Qué quieres decir con evolucionar? ¿Evolucionar en qué?
Al proceso de transformación del egoísmo en amor es a lo que llamo evolución. Evolucionar significa “aprender a amar”.
Me hablas de evolución en el amor. Pero no es amor lo que yo veo en el mundo. ¿Por qué el sufrimiento? ¿Por qué vivimos en un mundo que tiene tantas contradicciones, desde lo más bello hasta lo más atroz y destructivo? El odio, las guerras, el hambre, la miseria, el sufrimiento. No puedo entender qué sentido tiene todo esto. ¿Tiene algún sentido, o se lo busco pero no lo tiene?
Sí tiene un sentido, evolucionar. Todas esas calamidades de las que hablas tienen un mismo origen, la ausencia de amor, llamémosla egoísmo. Igual que la suma del egoísmo de cada persona puede hacer del mundo un auténtico infierno, como ocurre en la actualidad, cuando ese egoísmo se transforme en amor, la suma del amor de cada persona transformará el mundo en un paraíso. En vuestra voluntad está el transformaros interiormente desde el egoísmo al amor, y si lográis el cambio interior, entonces el exterior, lo que os rodea, el mundo entero, cambiará como lógica consecuencia de ello. El mundo físico en el que estáis está ahí para ayudaros a experimentar en ese proceso de transformación. Es como la arcilla para el niño que quiere aprender a modelar.
Sigo sin entenderlo. ¿Evolución para qué, hacia dónde? ¿Qué sentido tiene todo ese esfuerzo si, al fin y al cabo, todo eso se va a terminar con la muerte?
La evolución de cada ser hacia una mayor capacidad de amar, de sentir y de saber, hacia mayores cotas de felicidad, no termina nunca, de lo contrario, no tendría sentido.
¿Qué quieres decir con esto?
Que el ser nunca deja de existir, es decir, es inmortal.
¿Cómo puedes decir eso si cada día vemos como mueren miles, millones de seres humanos?
Lo que muere es solo el vehículo que utiliza el ser para manifestarse en el plano físico, es decir, su cuerpo físico. Su esencia, su conciencia, continúa existiendo.
¿Quieres decir con esto que existe la vida después de la muerte?
Sí. En realidad lo que quiero decir es que la muerte no existe, y que lo que se descompone es solo el vehículo que utiliza el espíritu para manifestarse en el plano físico.
¿Y qué es el espíritu?
El espíritu es el ser que existe, que vive y siente. En el espíritu es donde reside la voluntad y la conciencia individual, que jamás se destruye. Tú eres un espíritu. Todos vosotros, humanos, sois espíritus, solo que ligados a un cuerpo material durante algunas temporadas a las que llamaremos encarnaciones. Creéis que sois vuestro cuerpo físico, pero este es solo el vestido que necesitáis para poder actuar sobre el mundo material.
A ver si lo he entendido bien, ¿quieres decir que el espíritu, o sea, nosotros, podemos existir de forma independiente del cuerpo?
Sí, y es lo que ocurre después de la muerte. El espíritu se separa completamente del cuerpo físico y continúa existiendo, viviendo.
¿Y no puede morir el espíritu?
No, el espíritu es inmortal. Puede evolucionar, cambiar a mejor o estancarse, pero jamás destruirse.
Ya, pero ¿qué pruebas tenemos de que exista vida después de la muerte del cuerpo? Porque, que yo sepa, nadie ha vuelto para contarlo.
Perdona que te contradiga, pero esa afirmación no es totalmente cierta. Existen miles de testimonios de personas que estuvieron clínicamente muertas y fueron reanimadas. Muchas de ellas recuerdan haber vivido ciertas experiencias bastante fuertes y reales para ellas durante ese periodo de tiempo en el que estuvieron físicamente muertas.
¿Y estas vivencias que cuentan no pueden ser producto de una alucinación por el estado tan crítico en el que se encontraban?
Pues debe ser entonces una alucinación colectiva en la que todos se han puesto de acuerdo en alucinar lo mismo, porque todas estas personas están contando la misma historia.
Bueno, yo a veces me planteo si mi propia existencia no puede ser una alucinación...
Para alucinar es necesario existir. Hay una máxima de un pensador de vuestro mundo que dice: “Pienso, luego existo”. Yo añadiría: “Siento, luego existo”. Puedes dudar de la existencia de los demás, porque no es una experiencia propia. Pero de lo que uno mismo experimenta no se puede dudar, y la existencia propia es vivida y experimentada por uno mismo. Al que ha vivido y ha sentido esta experiencia no le cabe duda de que es real.
¿Y cuál es esa supuesta historia común que están contando?
La separación del cuerpo físico y la visión del propio cuerpo desde fuera. La sensación de viajar a través de un túnel oscuro, al final del cual se percibe una luz intensa. El encuentro con familiares o amigos anteriormente fallecidos. Un diálogo con un ser luminoso. La visión retrospectiva de la propia vida... Hasta experimentar el regreso al cuerpo, con un posterior cambio de valores vitales y una nueva percepción del fenómeno de la muerte. Son personas que dejan de tener miedo a morir porque ya han experimentado que la vida continúa y que lo que viene después es mucho mejor que lo que dejan.
Bueno, creo que son impresiones que no dejan de ser subjetivas.
Analizados aisladamente y de manera superficial es muy fácil desacreditar estos testimonios. Pero cuando algún fenómeno se repite, con unas características tan notablemente parecidas, independientemente del país, la cultura y las creencias previas, tanto en adultos como en niños, creo que al menos invita a que se haga un estudio serio al respecto. Existen investigadores muy serios y reconocidos de vuestro mundo que se han dedicado a estudiar concienzudamente las experiencias cercanas a la muerte y a recoger los testimonios de estas personas, como el psiquiatra y filósofo norteamericano Raymond Moody o el médico pediatra e investigador en neurología Melvin Morse, que ha trabajado con niños que han tenido este tipo de experiencias, entre muchos otros. Te aconsejo que te leas sus libros Vida después de la vida y Más cerca de la luz.
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