¿Y de qué manera esas acciones hacia los demás repercuten en la evolución espiritual?
El peso de estas acciones, si están en contra de la ley del amor, es como un lastre que impide al espíritu elevarse hacia cotas más altas de evolución. Por el contrario, las acciones que sintonizan con la ley del amor actúan como la llama de un quemador de un globo aerostático. La llama, al calentar el aire, aumenta el nivel vibratorio de las moléculas de gas y disminuye la densidad del aire del interior del globo, lo que le permite la ascensión hacia zonas de la atmósfera menos densas.
De igual modo, las acciones a favor de la ley del amor aumentan la vibración del espíritu y le permiten así ascender hacia regiones del mundo astral de mayor vibración, es decir, de mayor nivel espiritual.
Pues yo no observo que esta ley se cumpla muy a menudo. ¿Acaso no hay asesinos, criminales y genocidas reconocidos que jamás son llevados ante la justicia y mueren plácidamente de viejos?
El hecho de que el efecto asociado a una causa o acción determinada no se dé de forma inmediata puede dar la impresión al encarnado de que no existe justicia por no ver al criminal responder por sus delitos en la misma encarnación. Es cierto que en una sola vida muchos delitos, sobre todo de aquellos que ostentan posiciones de poder terrenal, quedan impunes. En estos casos se da que, los que actuaron en contra de la ley del amor dañando a otros espíritus, harán frente en posteriores vidas a las consecuencias de sus actos. Imaginemos un gobernante que fue el causante de guerras y dio la orden para torturar y condenar a muerte a miles de personas. Debido a su poder jamás fue juzgado ni condenado por ningún tribunal de la Tierra. Tened por seguro que aquellas cuentas que no saldó en dicha vida quedan pendientes para las próximas, y el verdugo de antaño puede ser la víctima aparentemente inocente del mañana. Esto es lo que significa la frase “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”, porque lo que la justicia terrena deja sin resolver no tengáis duda de que la justicia espiritual lo resolverá. Aun así, sabed que la intención de este sistema no es castigar sino enseñar. En cualquier caso, todo espíritu que hizo daño queda en deuda consigo mismo y, para poder avanzar, es necesario primero que se dé cuenta del daño que hizo y segundo, que lo repare.
En el extremo opuesto, ¿no existen personas que hicieron mucho bien durante su vida y como pago fueron calumniados, torturados y asesinados?
También hay que ver la otra cara de la moneda de la ley de la justicia espiritual, ya que aquellos que actuaron conforme a la ley del amor, y que recibieron la ingratitud, la incomprensión, el rechazo, la violencia, la tortura o la muerte a cambio del bien que hicieron por parte de sus coetáneos, han de tener por seguro que sus actos serán recompensados en el mundo espiritual, que es el mundo verdadero y que no está sujeto a las leyes arbitrarias de los hombres. Esto es lo que significan las palabras de Jesús: “Bienaventurados los pobres de espíritu (se refiere a los humildes), porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación”.
¿Y por qué tiene que haber una demora entre la acción y la reacción, es decir, entre el acto y sus consecuencias sobre el que lo comete? ¿No sería más justo que acción y reacción fueran consecutivas?
La reacción se activa en el momento en que se realiza la acción, aunque no se haga efectiva inmediatamente. Si la acción está a favor de las leyes espirituales, recibiremos una “bonificación espiritual”, mientras que si está en contra diremos que se ha contraído una “deuda espiritual”. La “recogida de la cosecha” se demorará hasta que el espíritu concluya la etapa en la que se pone a prueba, o sea, cuando finalice la encarnación, igual que cuando se realiza un examen no se conoce la nota hasta finalizar completamente el examen, ni se espera a continuar el siguiente ejercicio a que el profesor corrija el ejercicio recién terminado. Cuando se trata de un acto a favor de las leyes espirituales, en algún momento recibiremos del mundo espiritual la compensación pertinente, aunque no será inmediata, sino que, como en un trabajo por encargo, se recibe la recompensa una vez se concluye el trabajo, y no mientras se está realizando. Esta “recompensa espiritual” se traducirá finalmente en un ascenso del espíritu hacia esferas de mayor evolución, donde habitan espíritus más amorosos, una vez concluida la encarnación. En el caso de una deuda espiritual, la reparación se demorará hasta que el espíritu decida por propia voluntad subsanar voluntariamente el daño que hizo, lo cual implica necesariamente que el espíritu haya tomado conciencia de su propia actuación. Por la ley del libre albedrío no se le puede obligar a hacerlo. Será el espíritu el que decidirá cuándo llega el momento de enfrentarse a esas circunstancias. Pero si quiere avanzar espiritualmente, ineludiblemente, tarde o temprano, deberá enfrentarse a ellas y reparar el daño que hizo. Mientras esto no ocurra no se enfrentará a ciertas pruebas, pero el peso de los actos realizados contra la ley del amor, una vez concluida la encarnación, le retendrá en los niveles inferiores del mundo astral, en los que habitan los espíritus de semejante condición a la suya, y que debido a su falta de armonía con las leyes del amor, se dedican a hacerse daño los unos a los otros, de lo que resulta que la vida en esos niveles es bastante desgraciada y llena de sufrimientos para sus habitantes.
¿Y cómo se consigue que el espíritu tome conciencia del daño que realizó en los demás?
En algún momento después de la desencarnación, el espíritu se enfrenta al repaso exhaustivo de los acontecimientos moralmente más relevantes de la última vida. Durante ese repaso de la vida, para cada situación vivida, el espíritu no percibe ya solo lo que él sintió en ese momento, sino que también simultáneamente percibe los sentimientos y las emociones de los otros seres que recibieron las consecuencias de sus actos, percibiendo el bienestar o malestar de estos como si fuera propio.
¿Cuál es exactamente el objetivo de este repaso?
Que el espíritu tome conciencia de la relevancia de las decisiones que tomó en vida respecto a las leyes espirituales y respecto a las consecuencias de sus actos en los demás, de si actuó con amor o si actuó por egoísmo, con el objetivo de que le sirva para evolucionar. Y para que conozca cuáles son las asignaturas que afrontaba en esa encarnación que ha superado y las que todavía le quedan por superar, ya que las pruebas de las próximas encarnaciones dependen en gran medida de la actuación que se haya tenido en las encarnaciones anteriores.
Parece ser como un juicio final, ¿no?
Más o menos, pero sin ninguna intención de humillar o castigar al espíritu, sino que se efectúa para que tome conciencia de sus actos respecto a las leyes espirituales y respecto a los demás seres de la Creación.
¿Y quién juzga si sus actos han sido o no correctos?
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