sábado, 7 de diciembre de 2019

"Las Leyes Espirituales" Vicent Guillem (32) 3ª Ley: Ley de causa y efecto - 5

¿Y por qué los mundos más avanzados espiritualmente no envían a su gente para mostrar lo que es la espiritualidad superior?

Ya les gustaría pero, como ya he dicho una y mil veces, no pueden interferir en vuestro libre albedrío. A nivel colectivo, las humanidades de los mundos físicos más avanzados no pueden interferir en la evolución de los mundos menos evolucionados sin la voluntad y el consentimiento de estos. Por ello, las ayudas se hacen con encarnaciones de humanos de mayor evolución que van al planeta a dar ejemplo, sin ningún tipo de alarde, y no con un ejército desembarcado, para que el que se quiera quedar con la enseñanza que llevan lo haga por afinidad de sentimiento y de pensamiento, y no lo haga porque ha quedado deslumbrado por la magia de la tecnología que poseen. Cuando se ha dado este último caso se trata de civilizaciones que no han respetado la ley del libre albedrío y los efectos son catastróficos, ya que estos pueblos se vuelven dependientes de la civilización avanzada y cuando esta los deja, el supuesto avance que habían logrado se va rápidamente al traste, porque al no ser fruto del esfuerzo propio, se olvida rápidamente. También recibís ayuda constante y de forma sutil del plano espiritual de los guías y de los seres queridos que no están encarnados en ese momento. Ya hemos hablado ampliamente de cómo se contacta con el mundo espiritual para recibir ayuda. Pero para recibir esta ayuda hay que querer recibirla. Porque al que quiere estar solo y aislado del mundo, o al que no quiere avanzar, se le respeta su deseo. A nadie se le puede obligar a avanzar en el amor, ya que si el avance no es elegido por propia voluntad no sirve de nada y es, además, una vulneración de la ley del libre albedrío.

Hay gente que justifica las guerras diciendo que son necesarias para evitar un mal mayor, para preservar la paz o la democracia. ¿Qué opinas al respecto?

Pues que si realmente son amantes de la paz y de la libertad, que no hagan lo contrario de lo que predican. Porque si uno en los medios contradice el fin, está siendo un mentiroso, un hipócrita. El fin no justifica los medios, porque los medios han de estar en la misma sintonía que el fin que se persigue. No se puede conseguir la paz a través de la guerra, ni la libertad a través de la imposición, ni la justicia a través de la injusticia.

Pero ¿no ocurre que las guerras son decisión de unos pocos que ostentan el poder, mientras que el resto preferiría vivir en paz?

Pues entonces ¿por qué les dais el poder a aquellos que hacen lo contrario de lo que queréis? Si cuando los malintencionados gobernantes de vuestro mundo llaman a sus pueblos a la guerra se encontraran con que no hay nadie dispuesto a empuñar un fusil, ni hay nadie que obligue a los demás a empuñar un fusil, ni nadie para fabricar armas, por muy malvados que fueran, no podrían hacer nada. Si lo consiguen es porque saben estimular el egoísmo que existe entre vosotros. Saben arrastrar al matadero a las ovejas porque han convencido a las ovejas de que ellas son los matarifes de otras ovejas. Por lo tanto, el problema lo tiene aquel que cree que tiene el derecho de quitar la vida a otros como él, exponiéndose por tanto a que otros le quiten la vida a él mismo.
El espíritu que ha interiorizado las leyes espirituales, cuando está encarnado, jamás participará en ninguna guerra, porque tiene muy claro que la vida es sagrada y que actuar voluntariamente para producir la muerte de otras personas por el motivo que sea es un acto que va en contra de la ley del amor y contra la ley del libre albedrío.

¿Y si alguien es atacado y, por actuar en defensa propia, acaba por matar al atacante?, ¿o qué pasaría si el atacante intentara hacer daño a unos niños y la única manera de protegerlos fuera matar al agresor?

Mirad, en el mundo espiritual no son tan importantes los hechos en sí, sino la intención con la que se hacen. El que no tiene intención de matar sino de evitar que el agresor mate, no puede ser juzgado igual que aquel que desde el principio tiene intención de matar. Ya hará lo posible para evitar el daño sin provocar él un daño mayor. Pero este no es el caso de las personas que van a la guerra. Cuando uno va a una guerra, sabe perfectamente que en algún momento estará en disposición de matar a otro ser humano y de morir. Un seguidor de la ley del amor que dice ser creyente en Dios, jamás se alistará voluntario en un ejército para ir a matar a sus hermanos encarnados del bando contrario, porque no hay ninguna idea, ninguna creencia, lo suficientemente noble que justifique matar a otros hermanos.

Pero también es cierto que muchas personas son reclutadas y obligadas a ir al frente en contra de su voluntad. ¿Qué dirías en este caso?

Pues que es una prueba bastante grande para el espíritu en cuestión, porque se le pone entre la espada y la pared. Pero sabed que estas circunstancias no ocurren por casualidad y el que se ve en esta tesitura seguramente es porque en otra vida indujo a otros a pasar por esa misma circunstancia. Es una prueba muy dura, en la cual sus convicciones a favor del amor se ponen a prueba, porque hay que elegir entre matar y exponerse a ser asesinado, torturado o herido por el bando enemigo, o la cárcel, la tortura e incluso la pena de muerte por su propio bando, el supuesto bando “amigo”, si se declara desertor o insumiso. Todo esto será tenido en cuenta como atenuante. Y también será tenido en cuenta como agravante para los que obligan a ir a la gente a las guerras, a morir y matar, porque son los mayores responsables. En vuestro mundo, un soldado que ha matado a los del bando contrario, exponiendo su propia vida, es un héroe. Mientras, el que expone su vida para no matar a nadie del bando contrario es un cobarde. Sin embargo, en el mundo espiritual, las cosas son a la inversa. El valiente es el pacifista, el desertor, el insumiso, el objetor de conciencia, que lo es porque está en contra de asesinar, y que es valiente porque arriesga su vida para preservar la vida de los demás, de personas desconocidas, posiblemente de otra creencia o ideología, sabiendo que los de su propio bando le perseguirán quizás hasta la muerte. Mientras, el que expone su vida para quitar la vida de los demás por el temor a que alguno de los dos bandos se la quite primero está muy lejos de ser un valiente. En cualquier caso, que decida el espíritu qué prefiere, el sufrimiento terrenal temporal causado por los seres egoístas, que le represaliarán por negarse a matar a sus hermanos, pero la recompensa del mundo espiritual, o la recompensa terrenal del héroe de guerra, pero el subsiguiente sufrimiento en el mundo espiritual por haber actuado en contra de sus hermanos.



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