domingo, 1 de marzo de 2020

"Las Leyes Espirituales" Vicent Guillem (43) La Ley del Amor: La Soberbia -2

Tal como lo cuentas parece que la existencia del egoísmo sea algo inherente al desarrollo evolutivo.

Que el espíritu, en su camino hacia la perfección, pase por una fase egoísta, más o menos prolongada en el tiempo, que puede durar multitud de encarnaciones, es en realidad inevitable, e incluso beneficioso, porque le sirve para reafirmar su individualidad, su voluntad y para poder experimentar lo que se siente en ausencia de amor, lo que le servirá para apreciar lo que se siente en presencia de amor, a medida que empiece a sentirlo.

Por ello, las primeras manifestaciones del egoísmo en la primera etapa, que llamaremos de vanidad primaria, en la que se encuentran los espíritus jóvenes, son básicamente materialistas, orientadas a la satisfacción de los instintos más primitivos. Se despierta la codicia, la avaricia, la lascivia, que se manifiestan en actitudes como el materialismo y el consumismo, el hedonismo y, a nivel colectivo, en el imperialismo y el colonialismo, es decir, la explotación de otros seres por la ambición de poder y riqueza materiales. Es la etapa que todavía predomina en vuestro planeta, porque una buena parte de la humanidad todavía se encuentra inmersa en esta etapa de adolescencia espiritual.

A medida que el espíritu avanza en el conocimiento de los sentimientos, este egoísmo materialista comienza a transformarse en egoísmo espiritual. Es una fase de vanidad más avanzada. En esta etapa el espíritu continúa aferrándose al egoísmo, pero al mismo tiempo ya ha comenzado a desarrollar el sentimiento. Aunque todavía es reacio a dar, es capaz de reconocer la presencia de amor y el bienestar que produce y busca recibirlo. La avaricia se va transformando en apego y la codicia en absorbencia. Pero esto no se da de la noche a la mañana sino que se produce gradualmente, existiendo una fase de transición, una vanidad media, en la que coexisten todas estas manifestaciones egoístas (codicia, avaricia, apego y absorbencia) en diferentes grados y que es la que predomina en la Tierra actualmente. Puede costarle al espíritu miles de años desprenderse solo de alguna de estas formas de egoísmo. Pero a partir de determinado momento, cuando el espíritu comienza a adquirir conciencia de su egoísmo y de que al dejarse llevar por él está dañando a otros seres, es ya más responsable de sus actos y por tanto más sensible al sufrimiento que genera. Y entonces, en algún momento de ese proceso, el espíritu despertará su sentimiento, sentirá la necesidad de amar y descubrirá que necesita amar para ser feliz.

¿Qué ocurre entonces?

Que comienza la lucha por el amor. Se inicia la etapa del orgullo. En esta etapa el espíritu comienza a buscar no solo recibir amor, sino también darlo, pero encontrará gran multitud de obstáculos. Comienza a percibir, a ser consciente, a vivir en carne propia lo que es la incomprensión y la ingratitud. Y es que ocurre que la mayoría, las tres cuartas partes de la humanidad, todavía se encuentran inmersas en alguna de las fases de la vanidad. Están cosechando todavía el fruto de su etapa anterior y no entienden qué está pasando. Parece que el mundo se haya vuelto contra él y contra su voluntad de mejorar, de amar y de ser amado. Si sucumbe al desaliento emocional, el egoísmo volverá a tomar fuerza en su mente. Para evitar que hieran sus recién descubiertos sentimientos, cubrirá con una capa su interior. Se volverá desconfiado, huraño, solitario, porque verá en el aislamiento una salida para evitar el sufrimiento. También para evitar sufrir puede tomar el camino de la resignación. Se amoldará a lo que los demás esperan de él, para evitar agresiones de espíritus más egoístas. Comienza a gestarse la peor enfermedad espiritual que existe y que es la causante de una buena parte de enfermedades físicas graves: la autoanulación de la voluntad, del libre albedrío, hasta el extremo de llegar un momento en que el espíritu no actúa ni vive como es en realidad, sino que es un perfecto esclavo espiritual de su entorno, que llega incluso a creerse que quiere lo que en realidad le ha sido impuesto. Pero de este modo se sufre por no querer sufrir, y este es un sufrimiento estéril que no conduce a ningún progreso espiritual. En esta etapa del orgullo se encuentra casi una cuarta parte de la humanidad. La transición entre la etapa de la vanidad y la del orgullo tampoco se produce abruptamente sino que el proceso será gradual, de forma que coexisten manifestaciones de ambos defectos durante bastante tiempo.

¿Y cómo continúa esta historia? ¿Cómo se supera esta etapa?

Amando, siempre amando. Solo el amor romperá la coraza del orgullo. Como ya he dicho, el orgulloso tiene mayor capacidad para comprender y saber encajar mejor la ingratitud de aquellos que le hicieron daño que el vanidoso; para comprender que los que actúan egoístamente y con escasez de amor simplemente es porque todavía son espíritus jóvenes, en proceso de evolución, y que con el tiempo aprenderán, aunque necesiten de muchas vidas, porque el aprendizaje del sentimiento y el desprendimiento del egoísmo son procesos que necesitan de mucho tiempo para ser apreciables. Por el hecho de que no veamos cambios notables en una sola vida no quiere decir que el espíritu no vaya a avanzar. El que es bueno en esta vida es porque ya nació bueno, con todo el bagaje de conocimiento de otras vidas, y aunque se pueda avanzar mucho en una encarnación, no podemos exigir que alguien pase de ser un pirata a un santo de la noche a la mañana. Si no os desesperáis por que un niño no aprenda a hablar en un solo día, porque comprendéis que el aprendizaje del habla le cuesta al niño varios años de su vida física, no debéis impacientaros tampoco por que un niño espiritual tarde varios años espirituales, es decir, varias encarnaciones, en aprender a amar. Por ello, el espíritu que es más avanzado en el conocimiento de los sentimientos no puede pedir a otro que lo es menos que llegue a alcanzar su mismo nivel en una sola vida, si a él mismo le costó tantas vidas y esfuerzos el conseguirlo. Deberá conformarse con que aprenda hasta donde le es dado a su capacidad o a su voluntad. Debe recordar que, en algún momento, su evolución estuvo en ese mismo nivel, y alguien más avanzado que él estuvo a su lado, soportando sus actitudes egoístas.

¿Y si supera todo esto?

Se enfrenta a lo más difícil. Le falta todavía alcanzar la humildad y el desapego, es decir, la generosidad a la hora de compartir los sentimientos, objetivos que corresponde superar en la etapa de la soberbia.
El espíritu soberbio es un espíritu ya muy avanzado respecto a la media, y por ello es escaso en vuestro joven planeta. Se trata mayoritariamente de espíritus originarios de otros planetas más avanzados, que llevan más tiempo evolucionando. Quizás superen en muchos milenios la edad espiritual de la media del planeta. Al estar sus planetas más avanzados, prácticamente no existen en ellos ni la injusticia ni la ingratitud, con lo cual estos espíritus no encuentran circunstancias adversas que despierten su defecto. Vienen a este planeta precisamente porque se trata de un ambiente propicio para la manifestación de su defecto. Al ser la Tierra un planeta donde la injusticia y la ingratitud se dan en abundancia, estos espíritus se ponen a prueba en su defecto y voluntad. Y así, a través de pruebas más duras, logran avanzar más rápidamente. En sus encarnaciones en planetas menos avanzados suelen elegir desempeñar misiones de ayuda espiritual a los demás, por su gran capacidad, y porque así se ejercitan en la ayuda a los demás, lo cual necesitan para vencer su falta de humildad y su dificultad en compartir los sentimientos.





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