¿Debo llegar a la conclusión de que la enfermedad es un castigo por no hacer bien las cosas?
Un castigo, no. Es una consecuencia del dolor emocional interno. Es la misma persona la que se lo provoca y también la que puede remediarlo, haciendo un cambio en sí misma, del egoísmo hacia el amor, de la represión hacia la exteriorización de su auténtica personalidad espiritual.
¿Y qué sentido tiene que a una persona que está sufriendo ya tanto le venga una enfermedad tan fuerte como esa? ¿Acaso no tenía bastante con lo primero?
Ten en cuenta que el malestar físico es consecuencia del malestar interior. En este caso la enfermedad física actúa como señal de alarma para que la persona se dé cuenta de la enfermedad del interior que padece y la motive a cambiar.
Ya, pero, si una persona no asocia que la enfermedad física tiene que ver con la enfermedad del interior, ¿cómo le puede ayudar esto a cambiar?
La enfermedad física debilita las barreras mentales que aprisionan la manifestación del interior espiritual y, por tanto, ayuda a adquirir mayor grado de sensibilidad, tanto respecto a nuestros propios sentimientos como respecto a los sentimientos y sufrimientos de los demás. Esto es lo que puede motivar a la persona a cambiar.
Y si cambia, ¿acabaría curándose?
La mayoría sí, pero no en todos los casos. Hay daños a nivel físico que no se pueden reparar.
¿Y los que no se curan pueden llegar a morir?
Sí.
¿Entonces qué sentido tiene la enfermedad, si aunque hagas el cambio no te curas y puedes morir igualmente?
Ten en cuenta que, desde el punto de vista espiritual, la vida física no es más que un instante de la vida real, que la muerte del cuerpo no es el fin, ni algo malo, sino que es una etapa de transición hacia otra existencia menos limitada. La enfermedad es un instrumento de ayuda para la progresión del ser hacia mayor nivel de comprensión, amor y sabiduría. Como ya he dicho antes, la enfermedad física debilita las barreras mentales que oprimen la manifestación de la sensibilidad interior, y esto para lo que nos sirve realmente es para evolucionar. El cambio que puedas haber hecho en ti mismo, respecto a la evolución en el amor, no se pierde. Te lo llevas contigo allá donde vayas, y es lo más valioso que puedes sacar de tu vida. Puede ser el objetivo de toda una encarnación, por lo que una vez se ha conseguido, el espíritu puede retornar al mundo espiritual tranquilamente, satisfecho de su trabajo. En realidad, es lo único que nos llevamos cuando morimos, los cambios que podamos haber hecho en nosotros mismos, en nuestro espíritu, porque todo lo que sea logros materiales se queda en el mundo material. A esto se refería Jesús cuando decía: “No acumuléis para vosotros tesoros en la Tierra, donde la polilla y el óxido corrompen, y donde los ladrones se meten y roban. Más bien, acumulad para vosotros tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido corrompen y donde los ladrones no se meten ni roban. Porque donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón”. (Mateo 6, 19-21).
Ya, pero, si la persona se muere, ¿cómo va a poner en práctica lo que ha aprendido?
Ten en cuenta que el espíritu va a continuar viviendo de todas formas, sea ligado al cuerpo o desligado de este y, en ambos casos, lo que haya aprendido formará parte de él y le servirá para seguir evolucionando.
Sí, pero ¿y para los familiares y seres queridos? ¿No será un golpe muy fuerte que, después de pasar una enfermedad tan terrible, de haber luchado y cambiado, aun así se pueda perder a la persona querida?
Sea en caso de enfermedad o de muerte natural, la separación de los seres amados es solo temporal. Todos nos volveremos a reencontrar con los seres queridos al otro lado. Ten en cuenta que cuando alguien nace en el mundo físico también se está separando de los seres queridos que no encarnan en ese momento. Sin embargo, para ellos eso no es un trauma, ya que entienden que es una separación temporal y que el espíritu que encarna lo hace con motivo de progresar espiritualmente. Por ello, no tienen sensación de pérdida, como vosotros. Cuando vosotros queráis interiorizar que la vida no termina nunca y que la muerte del cuerpo físico no es el final, sino solo un estado de transición para pasar al plano espiritual, muchos de los problemas, traumas y depresiones que son consecuencia de la muerte del ser querido desaparecerán.
¿Y qué pasa con los que no resuelven su conflicto y mueren a consecuencia de la enfermedad?
Se han estancado espiritualmente, por no haber realizado el cambio que necesitaban para superar su prueba y superarse a sí mismos. Son los que han “tirado la toalla” en el combate por la superación espiritual, es decir, en vista de que no avanzaban espiritualmente, ellos mismos han activado su regreso al mundo espiritual. Vendrán con las mismas pruebas para intentar superarlas en próximas vidas.
Volvamos al tema del origen de la enfermedad. ¿Acaso no ocurre que hay personas que no tienen aparentemente ningún conflicto emocional y son relativamente felices, que también padecen enfermedades como el cáncer? ¿Y qué me dirás de un niño recién nacido con una enfermedad congénita, que todavía no tiene conciencia suficiente como para experimentar un trauma emocional?
Muy buena pregunta. Respecto a los recién nacidos, ten en cuenta que a partir de que el espíritu se liga al embrión, siente y percibe todo aquello que ocurre en torno a este, y también lo que siente la madre y, por tanto, es susceptible de desarrollar un trauma emocional durante el periodo de gestación, que puede ser motivo del desarrollo de una enfermedad física. Pero es cierto que hay enfermedades que no están asociadas a ningún conflicto emocional y, por tanto, no es este el origen en todos los casos. Son aquellas que llamamos enfermedades congénitas, es decir, que tienen un origen genético, mientras que otras son una mezcla de componente emocional y susceptibilidad genética.
¿De dónde viene en este caso la enfermedad?
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