“Hoy tengo una sorpresa para ti”, me dijo Isaías en aquella ocasión nada más verme.
¿Sí? ¿De qué se trata?
Hasta ahora siempre que has venido aquí para dialogar te has encontrado solo conmigo. Lo hemos hecho así porque creíamos que te ibas a sentir más cómodo, menos intimidado para preguntar libremente. No me gustaría que llegases a la conclusión de que este es un lugar solitario donde no vive nadie. Ahora que ya has tomado confianza conmigo y con nuestro mundo, creo que ha llegado el momento de presentarte a los demás. Ven conmigo. Quiero enseñarte al resto de gente y sobre todo que charlemos un rato con unos amigos que quieren saludarte.
No sé cómo, comenzamos a volar por encima de aquel paraje. Desde arriba pude ver el magnífico paisaje. Vi pequeños edificios en forma de semiesfera diseminados por un valle de hermosa vegetación. “Son nuestros hogares”, me dijo Isaías sin darme tiempo a formular la pregunta que había pensado. Pude divisar en el centro de aquel núcleo de casitas unos edificios piramidales más grandes que los anteriores, que parecían estar hechos de cristal, de los cuales salía una luz blanca, refulgente. “Ahí es donde nos reunimos para meditar. Contactamos telepáticamente con las esferas superiores para recibir enseñanzas espirituales y también con las inferiores, para transmitir mensajes de amor a toda la humanidad”, me explicó Isaías. Entonces accedimos al interior y echamos un vistazo a través de unas paredes totalmente transparentes. Vimos un grupo de unas treinta personas sentadas en estrados formando un círculo. Me pareció que estaban profundamente concentradas. Cada una parecía tener una función en aquel trabajo de concentración espiritual. Entonces, en medio de ellas, comenzaron a formarse dos figuras humanas, una de un hombre y otra de una mujer. Eran tremendamente bellos y estaban envueltos por una aureola de luz que transmitía una gran sensación de paz y bienestar.
Estos dos seres, después de saludar efusivamente a los presentes y de intercambiar algún diálogo con ellos que no conseguí comprender, se acercaron a nosotros. Si os dije que la mirada de Isaías era penetrante y que transmitía una profunda sensación de paz y amor, la de estos dos seres era todavía más intensa si cabe. ¡Parecían dos ángeles!
—Hola, soy Vesta —dijo la mujer.
—Hola, soy Juno —dijo el hombre—. Teníamos muchas ganas de verte de nuevo.
“¿De nuevo? ¡Pero si no los conozco! Si los hubiera visto antes no lo hubiera olvidado jamás”, pensé.
VESTA: Que no te acuerdes no significa que no nos conozcamos.
ISAÍAS: ¿No querías saber cosas sobre Jesús? Ellos le conocen muy bien. Pregúntales lo que quieras sobre él. Aprovecha el tiempo, pues no estarán mucho tiempo con nosotros.
¿No vas a preguntar nada? ¡Anda, no seas tímido! ¡Estás entre amigos!
VESTA: Ya que no te atreves, yo te ayudaré a exponer las preguntas que tienes. Te preguntas si Jesús tuvo una pareja, una mujer, su alma gemela, con la que compartirlo todo, también la sexualidad.
VICENT: ¿Cómo lo sabes? (Respondí sonrojado.)
ISAÍAS: ¿A estas alturas todavía no te has dado cuenta de que leemos el pensamiento? ¡Pero tranquilo! ¡No se lo diremos a nadie! ¡Ja, ja, ja!
VESTA: Te responderé yo misma. La respuesta es sí. Jesús sí tuvo, y por supuesto, tiene, una media naranja, una mujer totalmente afín a él, con la que comparte todo el amor, y también la sexualidad. Y no solo Jesús. Existen mundos habitados enteramente por humanos de su mismo nivel o mayor, que también tienen pareja, hijos y relaciones sexuales. ¿Respondo con esto a tu duda de si el hecho de avanzar espiritualmente implica la renuncia al amor de pareja?
VICENT: Sí. Has sido muy clara.
JUNO: Si Jesús no encontró en la Tierra una pareja para compartir la vida fue porque su alma gemela no encarnó en ese momento con él, pues a su vez se encontraba en otro planeta cumpliendo una misión de semejantes características a la suya. Pero solo fue una separación temporal. Jesús no podía comprometerse en una relación con una mujer de menor evolución, porque esta no hubiera comprendido el alcance de su misión y, por apego, le hubiera puesto una y mil trabas para desarrollarla, además de que hubiera sufrido mucho al perderle. Aunque eso no quita que la buscara. Como la mayoría de gente, Jesús deseaba encontrar a una mujer a la que amar, unirse a ella y tener hijos, porque en su juventud no era todavía consciente de su misión.
ISAÍAS: ¿Vas a hacer alguna pregunta o les digo que se vayan?
VICENT: Vale. Siempre he tenido curiosidad por saber qué opinión tendría Jesús sobre el cristianismo y la Iglesia que se creo a partir de él.
JUNO: Si Jesús estuviera aquí os diría: “Jamás tuve yo la intención de crear una Iglesia, ni una religión. Y menos, una basada en el culto hacia mi persona, como la que se ha creado, utilizando mi nombre, las palabras y los actos de mi vida. Una religión que ha sido tan represora de los sentimientos y de la libertad humanas que no puede estar más lejos de ser un ejemplo de amor de lo que lo está.
Nunca jamás os enseñé ni os pedí que me adorarais ni me alabarais. Tampoco Dios quiere alabanzas. Solo quiere que os améis los unos a los otros como él os ama, que seáis felices amando. Yo solo vine a transmitir un mensaje de amor y a hacerlo realidad con el ejemplo de mi vida entre vosotros, para que tomarais ejemplo de él y lo hicierais vuestro, y encontrarais a través de él el camino de la felicidad. Este mensaje de amor no es mío, sino del mundo espiritual, es un mensaje universal de Dios para sus hijos. No importa que haya sido yo el transmisor. Podría haber sido cualquier otro hermano conocedor del amor y seguiría siendo igual de válido.
¡Cuántos atropellos, asesinatos, torturas y vejaciones contra el ser humano se han cometido en mi nombre y en el nombre de Dios!
¿Acaso no dije una y mil veces ’amaos los unos a los otros’, ‘amad a vuestros enemigos’?
¿En qué parte del ejemplo que di encontraron aquellos que dijeron ser seguidores míos la excusa para realizar tales actos en contra del amor?
Los que quieran ser dignos de representar el mensaje de amor en el mundo que levanten su rodilla del suelo de delante de los altares, de los crucifijos y las reliquias religiosas. Que dejen de adorar estatuas y de repetir una y otra vez oraciones y rituales inútiles, porque en eso nada hay de amor. Que tiendan la mano al hermano que sufre sin esperar nada a cambio, sin hacer alarde, sin buscar hacer prosélitos, siempre con humildad, y entonces podrán ser llamados los discípulos del amor.
Nadie que no siga con el ejemplo el mensaje de amor que vine a mostraros tiene derecho a utilizar mi nombre ni el de Dios, ni llamarse seguidor mío o seguidor de Dios, porque solo siguen a su propio egoísmo”.
VICENT: ¿Y qué le diría a la humanidad si volviera a encarnar en la Tierra?
VESTA: Lo mismo que les dijo la última vez y todas las anteriores veces que vino: “Amaos, amaos los unos a los otros. Es la única manera de ser feliz. Todo lo demás no importa”.
VESTA: Lo mismo que les dijo la última vez y todas las anteriores veces que vino: “Amaos, amaos los unos a los otros. Es la única manera de ser feliz. Todo lo demás no importa”.
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