Una
de las ideas más brillantes y fructuosas que la Ciencia ha dado al
mundo moderno es la de la Evolución. Pero el sesgo materialista que
el pensamiento científico ha tomado desde el principio, ha hecho que
esta idea quede como una verdad a medias, desprovista de su verdadera
importancia y valía en la vida humana. Le ha correspondido a la
Teosofía proveer la otra mitad de la verdad y hacer así que esta
idea sea realmente dinámica y de gran ayuda en la comprensión de la
vida y sus fenómenos.
La
idea básica de la evolución como la da la Ciencia es fácil de
captar. La teoría de la evolución fue formulada originalmente por
Darwin para explicar la gran variedad de especies
en el reino animal; pero pronto se aplicó y se extendió en otras
direcciones y se vio que arroja luz sobre fenómenos de muy diversas
clases. Su idea central es la de que los cambios que han producido
tan gran variedad de especies en el reino animal, no ocurren al azar
sino son el resultado de los esfuerzos que las formas hacen para
adaptarse gradualmente al ambiente. Las formas continúan
modificándose para adaptarse a las condiciones peculiares del
ambiente cambiante. Cambios mayores y más fundamentales producen los
diferentes géneros, mientras cambios menores y locales producen la
gran variedad de especies. La continuidad de cambios en las formas,
que se observa como un hecho en la naturaleza, se explica por la
dependencia de estas formas de un ambiente que cambia gradualmente.
De suerte que lo que esta teoría hizo realmente fue introducir orden
en la confusión de los fenómenos biológicos, al mostrar que la
gran variedad de formas vivientes no carecen de relación unas con
otras sino que tras de este cambio de formas opera un principio de
derivación que las va adaptando al ambiente en que se encuentran.
Se
verá que en la idea de la evolución, tal como la dio la Ciencia,
los cambios en las formas se atribuyen al esfuerzo de las formas por
adaptarse a su ambiente. Este es el resultado natural de considerar
este proceso como un fenómeno puramente físico y de estimar el
aspecto vital del proceso como un subproducto de los cambios físicos.
Puesto que se considera que la vida es el resultado de la interacción
de materia y fuerza, es inevitable que no se la tenga en cuenta al
considerar la serie de cambios que ocurren en las formas, y que se
atribuyan estos cambios solamente a la influencia del ambiente. Se
ve, pues, que lo limitado del concepto científico de la evolución
se debe a la posición adoptada por la Ciencia moderna con respecto a
la naturaleza del Universo; posición que puede resumirse en una sola
palabra: materialismo.
La
contribución importante y vital de la Teosofía a la idea de la
Evolución, fue la de mostrar
el otro lado de la medalla y dar así un cuadro completo del
proceso. La Ciencia Teosófica
dispone de medios para investigar los fenómenos de la vida de un
modo más directo
y amplio que como puede hacerlo la Ciencia moderna. Y como resultado
de estas investigaciones
ha definido que la vida no es un subproducto de la materia y la
fuerza, sino un principio independiente que utiliza materia y fuerza
para expresarse en el plano físico. Las formas existen para que la
vida que las anima pueda expresarse. Y cambian para atender a las
demandas crecientes y diversas de la vida que quiere expresarse más plenamente.
La vida toma para sí forma tras forma y gracias a los estímulos que
recibe por medio
de ellas desarrolla y manifiesta gradualmente sus posibilidades
latentes. Las formas mueren y desaparecen, pero la vida que funcionó
por medio de ellas crece más y más.
De
suerte que detrás de la serie de cambios en las formas, que la
teoría científica de la Evolución
hace aparecer como un panorama sin sentido de cambios interminables,
vemos ahora
que la vida está evolucionando continuamente por medio de estas
formas diversas que
utiliza en sus diferentes etapas de evolución. Vemos que en la
infinita variedad de formas
que constantemente están destruyéndose, hay un propósito
inteligente y definido de la naturaleza; propósito que hoy por hoy
le niega la Ciencia. La Ciencia moderna es como un sordo que estudia
diferentes instrumentos musicales de creciente delicadeza; los
estudia con gran cuidado, pero se niega a aceptar la existencia de la
música.
No
es raro, pues que el tema de la Evolución tal como lo estudia y lo
expone la Ciencia, sea tan poco atractivo; cuestión de hechos
áridos, de fósiles desenterrados de las entrañas de la tierra, de
esqueletos armados pieza por pieza. Y que nos de una visión muy
parcial, si no torcida, del proceso.
En
cambio, la Evolución como nos la presenta la Teosofía es una idea
dinámica, más fascinante
cuanto más se la estudia. Nos da como en un relámpago una
penetración en todos
los procesos de la Naturaleza que ocurren ante nuestros ojos. Fusiona
en un conjunto integrado todos los hechos y fenómenos de la vida que
alcanzamos a conocer. No sólo ilumina el pasado y el presente, sino
también nos da una vislumbre del futuro. Y esto no sólo en relación
con la humanidad en conjunto sino con nosotros como individuos. Nos
indica la perfección que hemos de alcanzar algún día, y también
los peldaños de la escala por los cuales ascendemos hacia esa
perfección. En efecto, el rasgo más importante de esta visión
Oculta de la evolución no es el de la penetración intelectual en
cuanto al funcionamiento de la Naturaleza, sino el de la certeza que
nos da de nuestro triunfo final sobre todas las dificultades,
imperfecciones y limitaciones. De esta manera se nos capacita para
tratar el problema global de la renovación de sí mismo de una
manera científica, y para desarrollar nuestros poderes y facultades
con tanta confianza como la que muestra un científico al trabajar en
su laboratorio.
Como
este libro tiene por objeto tratar de una manera comprensiva el
problema de la renovación
propia, y eso sólo puede hacerse desde el punto de vista más amplio
que sobre la evolución nos ofrece la Teosofía, tenemos que
separarnos desde aquí de la teoría de la Ciencia sobre la
Evolución, para ver qué significa Evolución en Teosofía y cuáles
son las diferentes etapas de esa larga ruta que nos lleva a la
perfección. Pero antes echemos un vistazo a lo que significa esa
perfección que es la meta del esfuerzo humano. (Desde mi humilde sentir, esta Evolución se puede alcanzar desde muchos puntos de partida. La cuestión es que, desde el punto de partida de la Teosofía, se nos facilita, y mucho, el Camino).
Debe
entenderse claramente que no existe límite alguno para el
desenvolvimiento gradual de
la Vida Divina que está manifestándose en el Universo en diversas
formas. No existe un punto en que pueda decirse que se ha alcanzado
la perfección final. Pero para la humanidad hay un lindero que puede
considerarse que marca el límite del reino humano; se alcanza cuando
un Arhat que marcha por el Sendero de Santidad se convierte en un
Jivanmukta o Maestro de Sabiduría. Cuando un Adepto alcanza este
punto definido, deja de ser compulsoria para él la reencarnación,
pues ha pasado de la etapa humana a la Superhumana y de ahí en
adelante su desenvolvimiento continúa en planos superfísicos. La
perfección a que se ha aludido arriba es, pues, la perfección
relativa que alcanza un Maestro de Sabiduría. (Arhat = (En el budismo y el jainismo) Alguien que ha alcanzado la meta de la vida religiosa.- Jivanmukta = sánscrito, Literalmente; “libertado o emancipado en vida. De nuevo: no te quedes en lo que no entiendes del todo, y déjate guiar por lo que tu corazón te dicta).
También
es necesario recordar que no podemos saber lo que es esta perfección
mientras no alcancemos esa etapa nosotros mismos. Pues las realidades
de la vida superior no pueden conocerse sino por experiencia directa,
y ninguna descripción verbal, ni siquiera el máximo esfuerzo
imaginativo, pueden capacitamos para comprenderlas como realmente
son. De modo que al decir que estamos tratando de entender estas
cosas, mientras estamos todavía confinados dentro de los ámbitos
del intelecto, lo que realmente se quiere decir es que estamos
tratando de captar vislumbres o débiles reflejos parciales de ese
esplendor oculto que es totalmente inconcebible y sólo puede ser
realizado hasta cierto grado en nuestro corazón cuando lo permite
nuestro desarrollo interno.
Luego
de esta explicación, echemos un vistazo panorámico a este vasto
proceso de la Evolución.
Un tema tan fascinante como es este, y sin embargo no podemos
tratarlo detalladamente
en el espacio de este capítulo. Apenas podemos exponer ciertas
amplias generalidades
y señalar los puntales más importantes de esta ruta a lo largo de
la cual todos estamos viajando.
Conforme
a las enseñanzas Teosóficas, toda vida que vemos en manifestación
a nuestro rededor,
proviene de la Esencia Divina Una, y después de desarrollar todas
sus potencialidades
se sumergirá otra vez en esa Fuente Divina. Todas las cualidades y
poderes que asociamos con la Perfección Divina están latentes
cuando la vida surge de su Divino Origen, en estado germinal, tal
como un árbol está oculto en su semilla. Esas cualidades se
desenvuelven o empiezan a funcionar lentísimamente, gracias a los
impactos del exterior que proveen la fuerza evolutiva, y gracias
también a la constante presión que la Voluntad Divina ejerce desde
adentro. Y cuando la vida, después de alcanzar su perfección,
vuelve a fundirse conscientemente en la Divinidad, todas las
cualidades y poderes pertenecientes a esa etapa particular de
evolución están en plena manifestación.
El enlace al libro, por si prefieres leerlo a tu ritmo:
http://www.logiamdblavatsky.com/resources/Taimni_RenovacionDeSiMismo.pdf
El enlace al libro, por si prefieres leerlo a tu ritmo:
http://www.logiamdblavatsky.com/resources/Taimni_RenovacionDeSiMismo.pdf
(El enlace al canal de youtube, por si eres de los que prefieren escuchar:
https://www.youtube.com/watch?v=A0Aevl32W_o&feature=youtu.be
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