"""El
siguiente componente de nuestra constitución interna es la
Individualidad, el Yo Superior,
llamado también el Ego, que trabaja por medio de los vehículos
Causal, Intuicional
y Volitivo. Representa el elemento espiritual en el hombre. Es el Ser
Inmortal que
dura vida tras vida y gradualmente desarrolla todos los atributos y
poderes Divinos que lleva dentro de sí, durante el largo período
cónico de su evolución. Vimos arriba que hay una especie de unidad
o cohesión en el funcionamiento de los cuerpos físico, emocional y
mental inferior, que le imparte a la conciencia operante en ellos un
sentido de personalidad; de la misma manera, los tres cuerpos que
trabajan en los planos Volitivo, Intuicional y Causal o Mental
superior, están entretejidos y le imparten una especie de unidad a
la conciencia que opera por medio de ellos. A esta conciencia
unificada se la llama Individualidad.
Esta
Individualidad, si bien trabaja bajo las limitaciones de sus propios
planos, está sin embargo,
muy por encima de las más crasas ilusiones que enturbian la visión
de la personalidad
y la hacen pensar de sí misma como de una entidad separada que lucha
por su existencia independiente contra todas las demás
manifestaciones de la vida Divina. El hombre
como Yo Superior se da cuenta de la unidad de la vida y de su unidad
con la vida, y conoce el propósito Divino de la evolución. Tiene la
memoria de todas las vidas separadas por las que ha pasado en sus
sucesivas personalidades. Puede identificarse en conciencia con todos
los seres vivientes, por medio de su vehículo Intuicional. Y puede
tocar la conciencia Divina por medio de su vehículo Volitivo.
Gradualmente,
al progresar en evolución, el conocimiento la sabiduría y el poder
que son atributos
de la vida Divina, aparecen en la Individualidad en medida siempre
creciente, pues
“su futuro es el de algo cuyo crecimiento y esplendor no tienen
límites”.
Pero
este Yo Inmortal Divino que es el elemento espiritual en el hombre,
no constituye todavía
el aspecto superior de su naturaleza. Dentro de él mora eternamente
la Mónada, el Purusha de la filosofía Sankhya, aquel
misterioso Ser de quien no podemos formarnos ninguna
idea aunque es el corazón mismo de nuestro complejo ser. La
Individualidad es inmortal,
y aunque su vida es inconmensurablemente larga en comparación con la
de la personalidad,
tiene que al fin dejar de existir, puesto que nació en aquella hora
particular en que se formó el cuerpo Causal. En cambio, la Mónada
vive por encima del tiempo, en la eternidad. Es una en esencia con el
Logos Solar; es un rayo del Sol Divino; tiene su centro de conciencia
en el plano Monádico, y cobija a la Individualidad e influye sobre
ella en el plano Volitivo. (Aquí os quiero recordar algo que repito de vez en cuando: NO te quedes enganchado con términos que no conoces y déjate sentir por lo que te llega al fondo del Corazón, ese que nunca te engaña).
Lo
que aparece como evolución y desarrollo de la Individualidad está
eternamente presente dentro de la Mónada. De ahí que no
evolucionamos de una manera caprichosa, sino que nos convertimos en
algo que siempre hemos sido en nuestra naturaleza eterna. Esta idea
ha sido expresada paradójicamente en la bien conocida máxima
oculta: “Conviértete en lo que eres”. Cada Individualidad es
única, porque es el resultado de la expresión de un arquetipo, el
cual de alguna manera incomprensible al intelecto humano existe
dentro de la Mónada y se manifiesta gradualmente en términos de
tiempo y espacio en el proceso de la evolución.
Todo
esto, desde luego, le parece absurdo al intelecto que no es sino una expresión inferiorísima
de la Realidad y que, por tanto, no puede esperarse que comprenda sin
la luz de la intuición los aspectos superiores de la Verdad. Pero a
la luz de los planos superiores, lo que parece necedad al intelecto
se hace claro como la luz del día, y las paradojas de la vida
inferior se tornan en las realidades indivisibles y vivientes de la
vida superior.
Vemos,
pues, que aunque cada unidad de conciencia llamada Mónada o Purusha
es, en último
análisis, un centro por medio del cual la conciencia y la vida del
Logos encuentran expresión
en los diferentes planos, sin embargo al considerar la constitución
total de una de estas unidades tenemos que entendernos con tres
componentes claramente demarcados y distintos. Cada uno de estos
componentes es una expresión parcial y más limitada del componente
que le sigue por encima Y su propósito en el esquema de la evolución
es el de ayudar al desenvolvimiento de ese componente superior.
La
función de la personalidad como auxiliar al desarrollo de la
Individualidad, puede comprenderse
mejor observando el crecimiento de un árbol. El árbol echa hojas
nuevas cada
año en primavera, y por medio de su follaje absorbe dióxido de
carbono, el cual tras de
muchos cambios es asimilado en el cuerpo del árbol y contribuye a su
crecimiento. Luego
el árbol se desprende de sus hojas en otoño; pero antes recoge
dentro de su cuerpo la savia enriquecida, para volver a verterla en
las nuevas hojas en la primavera siguiente. Año tras año se repite
este proceso y el árbol crece en tamaño y vigor, como consecuencia.
En forma similar, la Individualidad toma un nuevo juego de cuerpos en
los tres planos inferiores y vierte una porción de sí misma en cada
nueva personalidad que así se forma. Esta personalidad vive su lapso
en la tierra y recoge un número de experiencias; pero antes de
disolverse y desaparecer tras de gozar de la vida celestial, entrega
la esencia de sus experiencias a la Individualidad, con lo cual
enriquece y le ayuda a crecer. De este modo, cada encamación
sucesiva sirve para perfeccionar más las facultades y poderes
latentes de la Individualidad, capacitándola para expresar más
eficientemente la vida Divina.
De
una manera similar, pero que difícilmente podemos comprender, la
Individualidad es una
expresión parcial de la Mónada y ayuda a ésta a desarrollarse
(aunque el verbo desarrollar
apenas da una idea muy remota de ese proceso en los planos superiores
que se refleja como evolución en los inferiores). No existe una
palabra para indicar ese proceso que debe estar ocurriendo en el
plano Monádico y que corresponde al desarrollo gradual de las
cualidades y poderes Divinos en la Individualidad en los planos
Volitivo, Intuicional y Causal. Sin embargo, algo de un orden mucho
más grandioso debe estar ocurriendo en el plano Monádico, porque
todo cuanto sucede en los planos inferiores es un reflejo de algo más
grande y bello que ocurre en los superiores. “Como es arriba, así
es abajo.” No sólo lo inferior es reflejo de lo superior, sino que
todo cuanto sucede en los planos inferiores tiene su impacto e
influencia en los superiores. Lo interno y lo externo, lo superior y
lo inferior, aparecen afectándose recíprocamente a todo momento, y
entre todos llevan a cabo el proceso que vemos como evolución o
desenvolvimiento.
La
comprensión de la relación que subsiste entre la personalidad y la
Individualidad, arrojará
alguna luz sobre algunos de los problemas fundamentales de la vida
espiritual. Puede
verse por lo ya dicho que mientras la conciencia sigue confinada en
la esfera de la
personalidad
y estamos identificados con esta entidad ilusoria que nace a cada
encarnación, somos prácticamente esa entidad y tenemos que
compartir su suerte. Si vivimos meramente en nuestros pensamientos y
emociones, absortos por completo en los intereses temporales del yo
inferior, al llegar la inevitable disolución de este yo sentimos que
hemos muerto nosotros. Pero supongamos que deslizamos el centro de
nuestra conciencia de la personalidad a la Individualidad y nos damos
cuenta cabal de que somos esa entidad espiritual que es consciente de
su naturaleza Divina; entonces la personalidad queda reducida a un
accesorio nuestro, a un ropaje, y no nos afecta realmente lo que le
suceda a ella. Cuando un vestido nuestro envejece y se rasga no nos
sentimos infelices, porque sabemos que podemos descartarlo y reemplazarlo; pero cuando el cuerpo físico se nos pone viejo nos
sentimos desdichados como si todo hubiera terminado para nosotros.
¿Por qué? Porque nos identificamos con el cuerpo físico aunque
intelectualmente aceptemos que no es sino un instrumento.
De
suerte que el problema real de la vida espiritual consiste en
trasladar nuestro foco de conciencia
que ahora está situado en la personalidad, a la Individualidad, y
vivir desde este otro centro, usando la personalidad como un mero
instrumento para los planos inferiores. Cuando logramos hacer esto,
seguimos todavía trabajando por medio de nuestros cuerpos físico,
emocional y mental; pero ahora estamos conscientes a toda hora de
este dualismo entre nuestro verdadero Yo y los cuerpos que usamos en
los planos inferiores. Y también estamos conscientes de nuestra
naturaleza superior, y al usar los cuerpos inferiores nos damos
cuenta de que «descendemos” a ellos para usarlos en sus
respectivos planos.
Este
establecimiento de la conciencia en los campos espirituales nos
confiere libertad, inmortalidad
y felicidad, porque nos independiza de la personalidad que está
sujeta a toda clase
de limitaciones corno las de mudanza y muerte. La inmortalidad y la
paz no pueden encontrarse
jamás en la esfera de la personalidad; es inútil buscarlas allí.
Tal vez podamos prolongar nuestra existencia física cuanto queramos,
y vivir en el mundo celeste por miles de años; pero ha de llegar la
hora en que las causas que generamos durante la encarnación se
agotan, y esa personalidad se disuelve para no volver a existir
jamás. Y así el hombre prudente que comprende este hecho y sabe que
navega en un barco que algún día ha de fondear, aprovecha la
primera oportunidad para buscar tierra firme desde donde pueda mirar
imperturbado el océano embravecido de la existencia. Y esa tierra
firme es esta conciencia espiritual que mora siempre dentro de
nosotros y constituye nuestro verdadero hogar.
En
las últimas etapas de evolución el foco de conciencia se traslada
más adentro aún y se estabiliza
en el plano de la Mónada, desde donde controla la vida de la
Individualidad. Siempre
hacia adentro, hacia el Centro que representa la conciencia del
Logos, se mueve el foco de conciencia durante largos eones de nuestro
progreso evolutivo, aunque jamás logre alcanzar ese Centro “Entrarás
en la luz, pero jamás tocarás la Llama.”
Es
necesario que el lector recuerde que evolución Espiritual significa
este traslado del centro
de la conciencia hacia el Centro divino de nuestro ser, y comprender
más y más nuestra
divinidad. No significa perfeccionar la personalidad, la cual por su
misma índole seguirá
siendo muy imperfecta y limitada. El desenvolvimiento Espiritual de
la Individualidad
se reflejará sin duda en la personalidad; pero sólo en grado
limitado porque las
limitaciones propias de los planos inferiores impedirán su plena
expresión. Es necesario recalcar esto, en vista de la confusión
mental que algunas personas tienen respecto a esta cuestión."""
El enlace al libro, por si prefieres leerlo a tu ritmo:
http://www.logiamdblavatsky.com/resources/Taimni_RenovacionDeSiMismo.pdf
http://www.logiamdblavatsky.com/resources/Taimni_RenovacionDeSiMismo.pdf
(El enlace al canal de youtube, por si eres de los que prefieren escuchar:
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