Lo mismo que hicimos con
el cuerpo emocional, trataremos primero el problema del control
del cuerpo mental inferior, porque purificarlo y educarlo requiere
cierto grado de control
de sus actividades. Como se verá, se asemejan mucho los métodos
para el tratamiento
del cuerpo emocional y el del cuerpo mental inferior, debido a la
semejanza en su
constitución y a la estrecha relación que existe entre ellos. Por
tanto, mucho de lo que se ha dicho sobre la educación del cuerpo
emocional es aplicable a la del mental inferior.
Para
controlar la mente inferior, el primer paso es objetivarla, separarla
de nuestra conciencia.
La gran mayoría de personas cultas han superado la etapa de
identificarse por completo con su cuerpo físico, en la que se
encuentran los pueblos salvajes y semicivilizados.
Algunas pueden también separarse parcialmente de sus deberes y emociones
y tienen cierta conciencia de que ellas no son las emociones y deseos
que constantemente
las arrastran. Pero hay muy pocas personas que puedan separarse de
sus mentes. Les parece que la mente es uña y carne de su mismísimo
ser, y cuando hacen un esfuerzo por separarla de la conciencia les
parece que no queda nada, tan estrecha es la identificación de la
conciencia con su vehículo. Y sin embargo, para el que quiera
controlar su mente es absolutamente necesario objetivarla.
El
esfuerzo por controlar, purificar y fortalecer la mente por medio de
una disciplina sistemática,
irá haciendo al estudiante cada vez más consciente de ese dualismo
entre el controlador
y lo controlado. Pero al principio es necesario concentrarse por
algún tiempo en observar
los movimientos de la mente, a fin de adquirir en cierta medida la
capacidad de objetivarla.
Sólo así se familiarizará el estudiante con sus tendencias y
características, y aprenderá
a disociarse de ellas. Cuando haya adquirido cierta habilidad en
esta dirección, debe comenzar a ejercer un control general sobre las
actividades de su mente inferior.
El
primer paso es crear el hábito de concentrarse totalmente en cada
una de sus actividades durante el día. Muchos de los que comienzan a
practicar la concentración y la meditación no saben que los
resultados que logran durante los cortos períodos de sus ejercicios
mentales dependen en gran medida del control y uso de su mente
durante el resto del día. El que deja que su mente vague mientras
atiende a sus tareas cotidianas, jamás logrará concentrarla bien
durante el período de su meditación, porque la dispersión de la
mente durante el día produce esa tendencia a vagar, la cual no puede
ser superada totalmente durante el corto tiempo dedicado a ejercicios
de concentración y meditación. Por tanto debemos formar el hábito
de concentrar toda nuestra mente en cada porción de trabajo que nos
venga, en vez de prestarle sólo una atención parcial. No importa
que ese trabajo sea o no sea importante en lo que respecta a esa
tendencia a vagar. Ya estemos escribiendo una carta, o leyendo un
libro, o conversando con alguien, o cualquier otra cosa, la mente
debe estar concentrada en lo que hace. Toda nuestra mente debe estar
en cada una de las acciones que tengamos que hacer en el curso normal
de la vida. Esta práctica no sólo mejorará enormemente la calidad
de nuestro trabajo, sino que pondrá los cimientos de ese dominio
mental que es uno de los objetivos principales que debe imponerse
todo estudiante de la Renovación de Sí Mismo.
La
mayoría de los que están acostumbrados a dejar vagar sus mentes, se
imaginan que la vida se volverá tediosa, y tensa si tienen que
prestar atención concentrada a todo cuanto hacen. Ese es un concepto
equivocado. Aunque esta práctica requiere cierta cantidad de
vigilancia, y produce una sensación de tensión al principio,
gradualmente se forma el hábito de concentrarse y la mente lo hace
entonces automáticamente en todas sus actividades sin sentir tensión
alguna. La mente es una criatura de hábitos, y es fácil mantenerla
concentrada una vez que se establece definidamente la costumbre.
Simultáneamente
debe acometerse otra práctica: la de ejercer una selección
constante entre los pensamientos que buscan introducirse a la mente.
Cuando no estamos ocupados en alguna actividad mental en particular,
pensamientos de toda clase que están flotando en el ambiente mental
circundante vienen y chocan sobre nuestro cuerpo mental y tienden a
provocar vibraciones en respuesta. La investigación clarividente ha
mostrado definidamente que los pensamientos no son cosas vagas de que
somos conscientes en el plano físico, sino cosas definidas en el
plano mental, con formas características y poderes vibratorios.
Cuando una de estas formas-pensamiento toca nuestro cuerpo mental, o
cuando las vibraciones que emanan de esas formas tropiezan con el
cuerpo mental, tienden a producir vibraciones simpáticas y nos damos
cuenta del pensamiento correspondiente. Claro que todos los
pensamientos que aparecen en nuestra mente no son de origen externo;
algunos se deben a actividades iniciadas en el cuerpo mental mismo;
pero en la mayoría de los casos es difícil distinguir entre estas
dos clases de pensamientos.
Sea
que los pensamientos vengan de fuera o se inicien en el cuerpo
mental, hay que entrenar
a éste para que ejerza constante discernimiento entre ellos, y no
permitirle que se solace en pensamientos de tipo indeseable.
Pensamientos de odio, venganza, celos y orgullo,
se apretujan en torno nuestro, y los pocos pensamientos buenos
generados por almas
puras y nobles se pierden prácticamente entre la gran masa de
pensamientos de tipo bajo. De suerte que si queremos proteger nuestra
salud mental, es absolutamente necesario aprender a ser positivos
ante toda clase de pensamientos malos.
La
mejor manera de atacar un pensamiento indeseable es enfocar la mente
hacia algún otro pensamiento, preferible de carácter elevado y
noble. La mente no puede pensar sino en una sola cosa a la vez, y el
mero volver la atención hacia otra cosa elimina el primer pensamiento
de un modo natural. Por ningún motivo hemos de tratar de combatir el pensamiento
deteniéndonos en él, pues esto le conferiría fuerza adicional y
dificultaría su expulsión.
Si arrojamos accidentalmente un fósforo encendido sobre un material combustible,
el mejor método de prevenir un incendio es apagarlo inmediatamente.
Si le damos
tiempo al material para encenderse, la tarea de apagarlo será mucho
más difícil.
Cuando
se ha sostenido esta práctica por un tiempo largo y se ha formado el
hábito de discernir,
la mente rechaza automáticamente los pensamientos malos, y no se
requiere esfuerzo
consciente para mantenerlos fuera. Se ha establecido cierta nueva
tasa vibratoria en el cuerpo mental, y nada que desarmonice con esta
tasa superior puede afectarlo. Se puede decir que ese es el modo
científico de purificarlo. Lo que en verdad ha ocurrido es que la
constitución del cuerpo mental ha cambiado gradualmente y ahora
predominan las combinaciones más finas de materia mental en su
composición, lo cual facilita expresar pensamientos de tipo superior
y le dificulta responder a los que generalmente llamamos pensamientos
malos.
Debemos
recordar que nada malo proveniente del exterior puede afectarnos si
no existe algo
en nosotros que responde a ese mal. El que esté completamente libre
de todo deseo por la bebida, puede andar entre bebedores sin que ello
le afecte en lo más mínimo; en cambio eso sería en extremo
peligroso para el que aunque no sea adicto a la bebida, tenga todavía
latente el ansia de beber. No siempre podemos escoger nuestro
ambiente o compañías, ni controlarlos totalmente; de modo que el camino que nos queda para proteger nuestra salud mental es el de
volvernos puros y positivos ante lo malo. Entonces podemos movernos a
salvo en cualquier ambiente, y elevar gradualmente a las personas con
quienes tratamos, mediante nuestra tasa de vibraciones más alta.
Esta
práctica de vigilancia constante y actitud positiva hacia
pensamientos que vienen de fuera,
no sólo mejora la salud mental y purifica gradualmente los
pensamientos, sino también
desarrolla esa estabilidad mental tan necesaria para practicar con
buen éxito la meditación.
Uno de los problemas más difíciles para quienes emprenden estas
prácticas, en las primeras etapas, es el de alejar los pensamientos
intrusos durante la meditación. El modo
apropiado de tratar con esos pensamientos es adoptar una actitud
positiva hacia ellos, e ignorarlos completamente. La práctica de
vigilancia constante durante el día, ayudará mucho a mantener esta
actitud positiva y a adquirir esa resistencia a los impactos externos
que es condición necesaria para el buen éxito en la meditación.
La
disciplina general de la mente trazada en estos párrafos, si se
adopta con toda sinceridad, será útil a toda persona aun en la vida
mundana corriente, aunque no aspire a la vida superior de desarrollo
espiritual. Se volverá más eficiente, más equilibrada, y estará
en mejor condición para encarar las pruebas y dificultades
incidentales de la vida. Pero esta disciplina general es apenas una
preparación preliminar para el más intensivo adiestramiento
de la mente que requieren los que aspiran a vivir la vida superior
del espíritu y hollar la senda que lleva a la perfección.
El
enlace al libro, por si prefieres leerlo a tu ritmo:
El
enlace al canal por si prefieres escucharlo despacito:
https://www.youtube.com/watch?v=pPbO8NiPfME&feature=youtu.be
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