viernes, 23 de febrero de 2018

Conocimiento de Sí Mismo (30) Capítulo XI: Desarrollo de la Mente Superior.

En el capítulo anterior dimos una idea del lugar que ocupa la mente superior en nuestra vida, y del vehículo por cuyo medio funciona. Cuando se trata de cosas referentes a los planos superiores hay que precaverse de tomar como realidades las ideas vagas y generales que tenemos en el plano físico. Deben tomarse apenas como indicaciones de realidades que están más allá, las cuales no podemos conocer sino cuando nos lo permita nuestro desarrollo interno. Es tan fuerte la tendencia a tomar las palabras como ideas, y las ideas como las realidades que ellas representan, que se necesita insistir constantemente en que en este plano físico operamos bajo limitaciones tremendas. Uno de los resultados directos de esa tendencia es el de contentarnos fácilmente con las meras ideas, si acaso no con las meras palabras, y olvidar que entre la idea sobre una cosa y la cosa en sí existe un gran abismo que hay que salvar si queremos realmente conocer esa cosa. Muchísimas gentes viven hablando de cosas de la vida superior sin darse cuenta de que no hacen sino mencionar ideas en forma muy vaga por cierto. No hay nada de malo en discutir ideas; ese es un paso preliminar necesario. Lo malo está en contentarnos con eso en vez de forzar la marcha hacia adelante en busca de las realidades subyacentes en las ideas.

Antes de tratar sobre los métodos generales para el desarrollo del cuerpo Causal, despejemos el terreno considerando unos pocos hechos importantes que se relacionan con esta cuestión. El primero es que el proceso para desarrollar este cuerpo que es el vehículo más externo del Ego inmortal, es muy lento y se requieren cientos de vidas para terminarlo.

Ahora bien; si tenemos en cuenta el larguísimo lapso que pasamos en los mundos superfísicos en el intervalo entre las encarnaciones sucesivas, vemos cuan larga es la jornada qué el alma tiene ante sí al emprender su evolución humana, y cuan demorado ha de ser el desarrollo del cuerpo Causal que registra e incorpora este proceso evolutivo. En las primeras etapas, este proceso es guiado desde afuera por agentes Divinos que operan en el sistema Solar, y el alma no asume sino muy poca parte en el trabajo de su propio desarrollo. Pero cuando ya está acercándose al final de su jornada y se da cuenta del propósito de su larga peregrinación, empieza a participar cada vez más en su propio crecimiento y desarrollo, hasta que en las últimas etapas lo guía casi totalmente ella misma desde dentro. El hecho mismo de que el alma sienta este impulso a dirigir su evolución con sus propias manos, es un signo de su madurez y muestra que está acercándose al final de su
jornada. Ha cumplido ya una gran proporción de su trabajo cuando nace este impulso, y sólo necesita unas pocas vidas más de intenso adiestramiento y disciplina para completar su tarea. Por esta razón, los que sienten el impulso fuerte de dominarse y perfeccionarse lo más pronto posible, tienen una oportunidad razonable de alcanzar su meta en unas pocas vidas, y a veces parece como que lograran milagros en una sola vida.

Hay casos en que el Ego está bien desarrollado y el cuerpo Causal está suficientemente bien formado, pero hay dificultad de comunicación entre el Ego y la personalidad inferior, debido a impedimentos creados por mal karma en vidas anteriores. Mas al ir eliminando este karma el Ego comienza a resplandecer a través de su personalidad, y parece como si hubiera ocurrido un milagro en su desarrollo.

Así pues, los que sientan el impulso de emprender esta tarea de perfeccionamiento del carácter, han de entender bien que es una tarea larga y tediosa cuya terminación tomará una cantidad de vidas. Nadie puede decirles cuándo quedará completa esa tarea. La única garantía del triunfo final la da una paciencia infinita y la determinación de perseverar hasta
el fin contra toda clase de dificultades, desengaños y fracasos.

El segundo hecho que debe tenerse en cuenta y comprenderse claramente, es el de la relación entre la personalidad y el Ego; sin entender bien esto, habrá una constante confusión mental que arrojará más sombras sobre nuestro camino. Ya hemos mencionado que las experiencias por las que pasa cada personalidad en cada existencia, se convierten en facultades durante la vida celeste, y que la esencia de estas experiencias se incorpora en la constitución del Ego al final de cada encarnación. Así crece el Ego y desenvuelve sus poderes, gracias en parte a esta adición de facultades, vida tras vida; y gracias en parte también a que el Ego vive su propia vida en los mundos superiores, cuyos impactos también sirven para activar sus facultades divinas latentes.

Ahora bien, la medida en que cada existencia terrena ayuda al crecimiento del Ego, depende mucho de la relación que haya entre el Ego y su personalidad. La personalidad ha salido del Ego como una especie de emanación, pero durante su formación en un cuerpo desarrolla una vida propia semi-independiente, la cual puede estar o no en concordancia con el Ego y servir o no a los intereses del Ego. Si la personalidad se armoniza con los intereses del Ego, éste puede usarla para sus propósitos más altos, y entonces esa encarnación es un gran éxito y las experiencias de la personalidad aportan un rico caudal
para que el Ego lo use en su desarrollo. En cambio si, como sucede en la mayoría de los casos, la personalidad se lanza a una vida independiente y caprichosa, sin someterse a la influencia y guía del Ego, y se mantiene completamente entregada a los intereses temporales y triviales de los mundos inferiores, queda anulado en gran medida el propósito de esa encarnación. Aunque siempre se logra alguna ganancia, la cosecha ha sido pobre, desde el punto de vista superior.

Esto no debe darnos la impresión de que en nosotros existen dos entidades que funcionan independientemente. En realidad no hay sino Una sola Vida del Logos que funciona por doquiera. Un rayo de la conciencia del Logos opera en cada Individualidad por medio del juego de vehículos que ésta posee en los diferentes planos. En los tres planos espirituales, Volitivo, Intuicional e Inteligente, este rayo de conciencia produce un centro de individualidad, que es el Ego; pero el sentido de individualidad en dicho centro está supermotivado por la conciencia arrolladora de la Unidad y por la íntima relación con la Vida Divina en la que ese centro tiene sus raíces. El velo de Maya está presente, pero es tan tenue que el Ego puede ver parcialmente la Realidad oculta. Cuando este rayo de conciencia Divina desciende más a la materia y opera por medio de los tres cuerpos inferiores en los campos físico, emocional y mental, donde los velos de Maya son más densos y difíciles de traspasar, el Ego pierde el sentido de la unidad y la conciencia de su origen Divino.



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