domingo, 2 de febrero de 2020

"Las Leyes Espirituales" Vicent Guillem (39) La Ley del Amor - 6 : Orgullo

¿Qué otros avances ha logrado el espíritu después de superar la etapa de la vanidad?

Haré una descripción general de los logros que ha alcanzado el espíritu que se ha desprendido bastante de la vanidad y se encuentra plenamente inmerso en la etapa del orgullo, los cuales emanan del hecho de que se trata ya de un espíritu conocedor del sentimiento, afianzado como dador de amor.
El concepto de justicia está más desarrollado. La persona que ha llegado al orgullo es más consciente de lo que es verdadero y justo y de lo que es solo apariencia. En general, los orgullosos se comportan más justamente. Ya no procuran favorecerse a sí mismos si para ello han de ser injustos, sino que en sus decisiones tienen en cuenta el perjuicio que pueden causar a los demás. El orgulloso ya no pretende que le complazcan, busca que le quieran y también querer auténticamente. La cualidad contraria a la vanidad, y que el orgulloso ya ha adquirido, es la modestia, porque no busca hacer las cosas para llamar la atención, sino por la satisfacción de ser justo y generoso. Los orgullosos son generosos con aquellos a quienes quieren. Por lo tanto, en las relaciones, ya no buscan ser el centro de atención. Prefieren una amistad auténtica a cien superficiales.

¿Quiere decir esto que si el orgulloso es espiritualmente más avanzado que el vanidoso, también avanza más rápidamente?

No, porque la rapidez del avance depende de la voluntad y el énfasis que ponga el espíritu en desprenderse del egoísmo y en amar. Hay orgullosos que se han detenido en su evolución, cuyo estancamiento puede durar muchas vidas, así como vanidosos que ponen mucha voluntad en avanzar y progresan rápidamente. Aunque sí es cierto que el mayor conocimiento y conciencia de los sentimientos hace que el más avanzado tenga más capacidad para avanzar y pueda ser más firme en su voluntad de avance, y sufre más cuando se estanca, con lo que también este malestar le supone un revulsivo para avanzar. Comparar un espíritu avanzado que lleva muchas encarnaciones a sus espaldas con uno joven y poco avanzado es tan ridículo como creer en la validez de los resultados de un mismo test de inteligencia que se hace a un niño de siete años y a un joven de quince. Lo normal es que el de quince años obtenga mejores resultados que el de siete, aunque este pueda ser muy inteligente, lo cual no tendría ningún mérito, ya que el de quince, por tener más edad, ha tenido más tiempo para aprender y está más desarrollado, física y mentalmente. Por tanto, las comparaciones evolutivas no han de hacerse con los demás, sino con uno mismo respecto a lo que ha podido avanzar de una encarnación a otra, ya que el nivel evolutivo no depende solo de la rapidez con la que se aprende, sino también del tiempo que lleva cada espíritu evolucionando. Y como cada ser tiene una edad espiritual distinta, lo que ocurre generalmente es que los espíritus más viejos están más evolucionados que los más jóvenes, sencillamente porque llevan más tiempo de evolución. No obstante existen casos particulares de espíritus jóvenes que han progresado muy rápidamente y han adelantado a otros más viejos que ellos, y a la inversa, espíritus muy viejos que se han estancado espiritualmente durante mucho tiempo y que son adelantados por generaciones de espíritus más jóvenes.

¿Podrías poner un ejemplo que remarque la diferencia entre el nivel evolutivo y la rapidez del progreso evolutivo?

Sí, el de dos coches que parten del mismo punto, pero uno lo hace una hora antes que el otro. El que sale el segundo inicialmente está más retrasado. Pero si su velocidad es mayor que la del primero, en algún momento le alcanzará. La distancia recorrida equivale al nivel evolutivo del espíritu, mientras que la velocidad, al ritmo de evolución en cada momento.

Volvamos al tema del orgullo. ¿Puedes explicar entonces qué es el orgullo y cuáles son sus manifestaciones?

El principal problema del orgulloso es la dificultad en encajar la ingratitud, el egoísmo y la falta de amor de otras personas hacia él, sobre todo si ha establecido vínculos afectivos con ellas. Aunque el orgulloso es capaz de querer fácilmente a los que lo quieren, todavía demuestra dificultad en querer a los que no lo quieren. Por ello, el orgulloso se resiste a aceptar a las personas queridas tal cual son, con sus virtudes, pero sobre todo con sus defectos. El orgulloso tiene gran dificultad en admitir que puede estar equivocado en sus concepciones. Le cuesta encajar el amor no correspondido, es decir, que haya personas que, por mucho que se las quiera, persistan en sus actitudes egoístas, sobre todo si se da en familiares muy allegados, como los padres, los hermanos, la pareja, los hijos, etc. Espera algún cambio de ellas a raíz de los esfuerzos que él mismo pone para que cambien, y se desespera, se deprime o encoleriza cuando, a pesar de ello, no lo consigue. Es capaz de dejarse absorber con tal de que le expresen un pequeño gesto de cariño. Pero cuando descubre que está siendo manipulado por determinadas personas, se encoleriza sobremanera, y se le puede despertar el rencor hacia ellas. Aunque aparentemente no busca recompensa en lo que hace, todavía encaja mal la ingratitud, es decir, cuando pone su mejor voluntad para ayudar a alguien y recibe palos a cambio.
Por ello, las manifestaciones del orgullo se desencadenan cuando el orgulloso sufre algún episodio de ingratitud o desamor. Frente a las contrariedades y las heridas en sus sentimientos reacciona encerrándose en sí mismo, aislándose de las relaciones humanas. Se le despierta entonces la ira, la rabia, la impotencia, la testarudez, el miedo, la culpabilidad. Tiene tendencia a ocultar sus sentimientos y emociones, miedo a expresar lo que siente por temor a que le hieran en sus sentimientos más profundos. Por un lado, reprime los sentimientos negativos porque no quiere ser digno de lástima, ni que otra gente lo vea débil y aproveche su debilidad para hacerle daño. Por el otro, reprime los sentimientos positivos porque no quiere que a las personas vanidosas se les despierte la envidia e intenten perjudicarle. La tendencia a reprimir los sentimientos positivos les hace sentirse desgraciados. La tendencia a reprimirse y ocultar estados de ánimo negativos, a sufrir en silencio, puede hacerlo estallar de cólera, rabia e ira en momentos puntuales, de lo cual se siente culpable posteriormente. Son la desconfianza en los demás y el creerse autosuficiente para tratar cualquier problema las actitudes que más le aíslan de los demás.

¿Cuál es la manifestación más dañina del orgullo?

El llegar a creer que uno no es digno de recibir amor, de ser amado auténticamente, y que, por tanto, tampoco merece la pena amar. Esta es la actitud que más le hace aislarse en sí mismo, la que lo puede transformar en alguien reservado, apático, tímido, triste, melancólico, irascible y sin ganas de vivir.
Si hemos dicho antes que el vanidoso no es capaz de apreciar cuando se le ama, el orgulloso no permite que se le ame. Así que por una razón o por otra el resultado es que por culpa del defecto, la persona, aunque esté siendo amada, no se siente amada. El vanidoso, porque, más que de recibir sentimientos, está pendiente de que satisfagan su egoísmo. El orgulloso, porque, al encerrarse en sí mismo para evitar que le hagan daño, se niega a recibir para sí mismo cualquier muestra de afecto. Puede ocurrir que ya desde la niñez haya tenido que hacer de todo para que se le preste un poco de atención y por ello se haya autoconvencido de que no hay nada mejor, de que no puede ser querido por alguien tal como es. ¿Y qué ocurre entonces? Que cuando llega alguien dispuesto a amarlo de esa forma, incondicionalmente, tal como es, y no por lo que hace, se asusta y se esconde en sí mismo. Lo rechaza sencillamente porque no se lo puede creer. “No me puedo creer que alguien me quiera, que no quiera aprovecharse de mí. Seguro que hay alguna trampa. Seguro que si me abro para recibir, me darán la gran puñalada y sufriré todavía más. No merece la pena”. Y entonces, el orgulloso, aunque tiene lo que necesita para comenzar a ser feliz y es capaz de apreciarlo, lo rechaza. Entonces sufre por no querer sufrir, por no querer luchar por los sentimientos.



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