viernes, 26 de enero de 2018

C S M (18) Capitulo VII: Control, Purificación y Educación de las emociones.

Estudiadas ya las funciones del cuerpo emocional, podemos considerar ahora las cuestiones importantes del control, desarrollo y purificación de este vehículo de la conciencia. Primero se necesita adquirir cierto grado de control sobre él, sin lo cual no es posible emprender la tarea más difícil de desarrollarlo y purificarlo. Como vimos al estudiar el cuerpo físico, no se puede controlar bien ningún vehículo mientras estemos acostumbrados a identificamos con sus actividades. Si sentimos que somos nuestros deseos, que somos todas esas sensaciones de placer o dolor, o las emociones que surgen dentro de nosotros, no seremos capaces de dominar bien estos movimientos del cuerpo emocional. De suerte que el primer paso es disociamos conscientemente de estas varias manifestaciones que se originan en el cuerpo emocional. Aprender a objetivarlas, como se dice en psicología. Ponerlas sobre la mesa de disección, observarlas y analizarlas hasta sentir que no son sino fenómenos que ocurren dentro de nosotros, y no realmente partes de nosotros mismos. Al brotar un deseo en nuestro corazón, realizar que no es sino una vibración de nuestro cuerpo emocional, y que podemos modificarla como queramos. Al experimentar cualquier placer, debemos ser capaces de rastrear la serie de cambios que finalmente emergieron en nuestra conciencia como ese placer. Aprender a disociarnos de nuestros deseos, emociones y sensaciones, y a colocarnos por encima de ellos, para poder controlarlos. Cuanto más completemos esta preparación preliminar, más permanente y fácil será nuestro dominio sobre esas actividades de nuestro cuerpo emocional.

El desarrollo de esta facultad de disociación requiere en primer lugar constante recogimiento, y, en segundo lugar, observación y reflexión. Todos estamos acostumbrados a dejar que nuestros deseos y emociones jueguen libremente en nuestra vida, y sólo por rareza, cuando la agitación adquiere grado extraordinario, nos damos cuenta de cuánto nos dominan y de nuestra incapacidad para controlarlas. Recogimiento significa poner bajo observación nuestro cuerpo emocional con sus fluctuantes deseos y emociones, y vigilar constantemente su funcionamiento. Por ejemplo, cada vez que nos enojamos o irritamos o caemos bajo la influencia de cualquier otra emoción, buena o mala, observar los movimientos del cuerpo emocional, por tenues que sean. Al principio hallaremos que una y otra vez nos dejamos agitar sin siquiera darnos cuenta; pero con constante vigilancia y práctica desarrollaremos gradualmente en el trasfondo de nuestra mente una conciencia que anotará todos los movimientos que ocurren en nuestra índole emocional; esa conciencia, como un espectador silencioso, tomará nota de cada movimiento, aunque todavía no sea capaz de controlarlo.

Este esfuerzo por estar constantemente alerta, debe ir acompañado de observación y reflexión. Siempre debemos tratar de observar el desarrollo y funcionamiento de todos los deseos y emociones que surgen en nuestra mente; examinarlos impersonalmente; rastrearlos hasta sus fuentes, y juzgar su valía de una manera crítica. Esta observación y reflexión no es tan efectiva cuando se hace retrospectivamente como cuando se hace en el momento mismo en que estamos bajo la influencia de las emociones; por tanto, debemos aprender a observarlas en acción, y a disociamos de ellas mientras estamos bajo su influencia. Esto no significa necesariamente interrumpir nuestro trabajo o rutina normal de vida, puesto que sólo una parte de nuestra mente se ocupará en esta actividad subsidiaria, como vemos en el caso de una señora que simultáneamente puede estar conversando y tejiendo.

Cuando se ha logrado cierto grado de éxito en objetivar las emociones y deseos, se puede empezar a controlarlos más directamente. La observación y la reflexión deben haber desarrollado ya nuestra capacidad de discernir entre diferentes clases de deseos y emociones. Ahora nos toca impedir que se expresen los que no están en armonía con
nuestros ideales, y permitir solamente los que coadyuvan al propósito que nos hemos formado. El mero esfuerzo de observar los movimientos del cuerpo emocional eliminará algunos de los deseos y emociones más crudos, y atenuará otros. Pero este discernimiento y control hay que practicarlos intensa y persistentemente, hasta que seamos dueños absolutos de nuestra vida emocional y solamente puedan expresarse por medio de nuestro cuerpo emocional aquellos deseos y emociones que aprobamos y permitimos específicamente. Esta disciplina es larga y difícil, y el grado de éxito que alcancemos dependerá de nuestro avance evolutivo y de la intensidad del esfuerzo y sinceridad con que aboquemos el problema.

Quienes tengan sus principios Intuicional y Volitivo suficientemente desarrollados, encontrarán la paciencia y fortaleza necesarias para cumplir esta tarea. Otros, menos evolucionados, se cansarán pronto de esta tediosa tarea y la abandonarán como un ideal inalcanzable. Pero debemos recordar que la única manera de obtener control sobre nuestras emociones es por el método largo y tedioso del esfuerzo y práctica constantes. No existe ninguna fórmula mágica que pueda darnos este dominio propio de un día para otro. Pero existe este pensamiento alentador que sostendrá nuestra moral: que una vez obtenido este dominio, cesa prácticamente la necesidad de sostener este esfuerzo constante, pues nuestros deseos y emociones concordarán automáticamente con los ideales y requisitos de la vida espiritual.

Nos ayudará mucho a adquirir control sobre nuestro cuerpo emocional, entender unos pocos puntos de importancia práctica. El primero es, que el control sobre nuestra naturaleza emocional se puede adquirir solamente bajo circunstancias de las que generalmente tratamos de huir. Sólo en condiciones de tensión y esfuerzo podemos adquirir ese dominio consciente sobre nuestra naturaleza inferior, dominio que es un pre-requisito para el verdadero desarrollo espiritual. Sólo cuando estamos rodeados por objetos atractivos podemos desarrollar Vairagya (desapego). Sólo cuando tenemos que tratar con personas que no nos quieren, que nos contrarían o hasta nos odian, podemos desarrollar aquella paciencia y ecuanimidad sublime que es señal de dominio sobre el yo inferior. Fácil es guardar calma inalterable bajo circunstancias que no ponen a prueba nuestra paciencia. Fácil es ser virtuoso donde no hay tentaciones. Pero solamente el que puede mantenerse tranquilo y puro bajo las circunstancia más exasperantes, puede considerarse amo de su naturaleza inferior.

Debe ser evidente, pues, que si realmente pensamos en serio en esta tarea difícil de subyugar nuestra naturaleza inferior, no hemos de huir de las circunstancias duras y penosas en que con frecuencia nos vemos colocados, sino por el contrario utilizarlas decididamente para desarrollar las cualidades particulares que ellas pueden educir en nosotros. Incluso podemos tratar de colocamos de vez en cuando en circunstancias difíciles, para desarrollar las cualidades que necesitamos. Aunque generalmente esto no será necesario, pues los señores del Karma nos enviarán Karma del tipo más adecuado a nuestro grado de desarrollo y a medida que nos fortalezcamos nos someterán a pruebas más severas. Vivimos en un cosmos, y las circunstancias en que cada individuo está colocado son no sólo las que merece sino también las más propias para su desarrollo en la etapa en que esté. Nuestra vida diaria nos dará, por tanto, muchas oportunidades que necesitamos para adquirir dominio sobre nuestros cuerpos emocional, siempre que encaremos con sinceridad esta tarea.



El enlace al libro, por si prefieres leerlo a tu ritmo:


El enlace al canal por si prefieres escucharlo despacito: 




No hay comentarios:

Publicar un comentario