Estudiadas
ya las funciones del cuerpo emocional, podemos considerar ahora las
cuestiones importantes del control, desarrollo y purificación de
este vehículo de la conciencia. Primero se necesita adquirir cierto
grado de control sobre él, sin lo cual no es posible emprender la
tarea más difícil de desarrollarlo y purificarlo. Como vimos al
estudiar el cuerpo físico, no se puede controlar bien ningún
vehículo mientras estemos acostumbrados a identificamos con sus
actividades. Si sentimos que somos nuestros deseos, que somos todas
esas sensaciones de placer o dolor, o las emociones que surgen dentro
de nosotros, no seremos capaces de dominar bien estos movimientos del
cuerpo emocional. De suerte que el primer paso es disociamos
conscientemente de estas varias manifestaciones que se originan en el
cuerpo emocional. Aprender a objetivarlas, como se dice en
psicología. Ponerlas sobre la mesa de disección, observarlas y
analizarlas hasta sentir que no son sino fenómenos que ocurren
dentro de nosotros, y no realmente partes de nosotros mismos. Al
brotar un deseo en nuestro corazón, realizar que no es sino una
vibración de nuestro cuerpo emocional, y que podemos modificarla
como queramos. Al experimentar cualquier placer, debemos ser capaces
de rastrear la serie de cambios que finalmente emergieron en nuestra
conciencia como ese placer. Aprender a disociarnos de nuestros
deseos, emociones y sensaciones, y a colocarnos por encima de ellos,
para poder controlarlos. Cuanto más completemos esta preparación
preliminar, más permanente y fácil será nuestro dominio sobre esas
actividades de nuestro cuerpo emocional.
El
desarrollo de esta facultad de disociación requiere en primer lugar
constante recogimiento,
y, en segundo lugar, observación y reflexión. Todos estamos
acostumbrados a
dejar que nuestros deseos y emociones jueguen libremente en nuestra
vida, y sólo por rareza,
cuando la agitación adquiere grado extraordinario, nos damos cuenta
de cuánto nos dominan y de nuestra incapacidad para controlarlas.
Recogimiento significa poner bajo observación nuestro cuerpo
emocional con sus fluctuantes deseos y emociones, y vigilar constantemente su funcionamiento. Por ejemplo, cada vez que nos enojamos o
irritamos o caemos bajo la influencia de cualquier otra emoción,
buena o mala, observar los movimientos del cuerpo emocional, por
tenues que sean. Al principio hallaremos que una y otra vez nos
dejamos agitar sin siquiera darnos cuenta; pero con constante
vigilancia y práctica desarrollaremos gradualmente en el trasfondo
de nuestra mente una conciencia que anotará todos los movimientos
que ocurren en nuestra índole emocional; esa conciencia, como un
espectador silencioso, tomará nota de cada movimiento, aunque
todavía no sea capaz de controlarlo.
Este
esfuerzo por estar constantemente alerta, debe ir acompañado de
observación y reflexión.
Siempre debemos tratar de observar el desarrollo y funcionamiento de
todos los deseos
y emociones que surgen en nuestra mente; examinarlos impersonalmente;
rastrearlos hasta sus fuentes, y juzgar su valía de una manera
crítica. Esta observación y reflexión no es tan efectiva cuando se
hace retrospectivamente como cuando se hace en el momento mismo en
que estamos bajo la influencia de las emociones; por tanto, debemos
aprender a observarlas en acción, y a disociamos de ellas mientras
estamos bajo su influencia. Esto no significa necesariamente
interrumpir nuestro trabajo o rutina normal de vida, puesto que sólo
una parte de nuestra mente se ocupará en esta actividad subsidiaria,
como vemos en el caso de una señora que simultáneamente puede estar
conversando y tejiendo.
Cuando
se ha logrado cierto grado de éxito en objetivar las emociones y
deseos, se puede empezar a controlarlos más directamente. La
observación y la reflexión deben haber desarrollado ya nuestra
capacidad de discernir entre diferentes clases de deseos y emociones.
Ahora nos toca impedir que se expresen los que no están en armonía
con
nuestros
ideales, y permitir solamente los que coadyuvan al propósito que nos
hemos formado.
El mero esfuerzo de observar los movimientos del cuerpo emocional
eliminará algunos
de los deseos y emociones más crudos, y atenuará otros. Pero este
discernimiento y control hay que practicarlos intensa y persistentemente, hasta que seamos dueños absolutos de nuestra vida emocional y
solamente puedan expresarse por medio de nuestro cuerpo emocional
aquellos deseos y emociones que aprobamos y permitimos
específicamente. Esta disciplina es larga y difícil, y el grado de
éxito que alcancemos dependerá de nuestro avance evolutivo y de la
intensidad del esfuerzo y sinceridad con que aboquemos el problema.
Quienes
tengan sus principios Intuicional y Volitivo suficientemente desarrollados, encontrarán
la paciencia y fortaleza necesarias para cumplir esta tarea. Otros,
menos evolucionados,
se cansarán pronto de esta tediosa tarea y la abandonarán como un
ideal inalcanzable.
Pero debemos recordar que la única manera de obtener control sobre
nuestras emociones es por el método largo y tedioso del esfuerzo y
práctica constantes. No existe ninguna fórmula mágica que pueda
darnos este dominio propio de un día para otro. Pero existe este
pensamiento alentador que sostendrá nuestra moral: que una vez
obtenido este dominio, cesa prácticamente la necesidad de sostener
este esfuerzo constante, pues nuestros deseos y emociones concordarán
automáticamente con los ideales y requisitos de la vida espiritual.
Nos
ayudará mucho a adquirir control sobre nuestro cuerpo emocional,
entender unos pocos
puntos de importancia práctica. El primero es, que el control sobre
nuestra naturaleza emocional se puede adquirir solamente bajo
circunstancias de las que generalmente tratamos de huir. Sólo en
condiciones de tensión y esfuerzo podemos adquirir ese dominio
consciente sobre nuestra naturaleza inferior, dominio que es un
pre-requisito para el verdadero desarrollo espiritual. Sólo cuando
estamos rodeados por objetos atractivos podemos desarrollar Vairagya
(desapego). Sólo cuando tenemos que tratar con personas que no nos
quieren, que nos contrarían o hasta nos odian, podemos desarrollar
aquella paciencia y ecuanimidad sublime que es señal de dominio
sobre el yo inferior. Fácil es guardar calma inalterable bajo
circunstancias que no ponen a prueba nuestra paciencia. Fácil es ser
virtuoso donde no hay tentaciones. Pero solamente el que puede
mantenerse tranquilo y puro bajo las circunstancia más exasperantes,
puede considerarse amo de su naturaleza inferior.
Debe
ser evidente, pues, que si realmente pensamos en serio en esta tarea
difícil de subyugar nuestra naturaleza inferior, no hemos de huir de
las circunstancias duras y penosas en que con frecuencia nos vemos
colocados, sino por el contrario utilizarlas decididamente para
desarrollar las cualidades particulares que ellas pueden educir en
nosotros. Incluso podemos tratar de colocamos de vez en cuando en
circunstancias difíciles, para desarrollar las cualidades que
necesitamos. Aunque generalmente esto no será necesario, pues los
señores del Karma nos enviarán Karma del tipo más adecuado a
nuestro grado de desarrollo y a medida que nos fortalezcamos nos
someterán a pruebas más severas. Vivimos en un cosmos, y las
circunstancias en que cada individuo está colocado son no sólo las
que merece sino también las más propias para su desarrollo en la
etapa en que esté. Nuestra vida diaria nos dará, por tanto, muchas
oportunidades que necesitamos para adquirir dominio sobre nuestros
cuerpos emocional, siempre que encaremos con sinceridad esta tarea.
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