Algunas
personas se preguntarán qué aliciente queda para vivir si uno
analiza y escudriña sus
deseos y emociones de esta manera implacable; y también dirán que
el deleite de la vida depende no sólo de sentir estos deseos y
emociones sino de identificarse con ellos e imaginarse
que uno es el que los siente. La pregunta es atinada, y ciertamente
todos los que tratan de subyugar sus deseos tienen que pasar por la
experiencia dura de ver que su vida se vuelve vacía y parece poco
digna de vivirse. Muchos aspirantes no pueden encarar esta ordalía;
pierden el coraje y vuelven a hundirse en su antigua vida en busca
del deleite que da la identificación con su natural de deseos.
Pero
según la experiencia de los que se han sostenido firmes en esta
clase de disciplinas, esa
no es sino una fase pasajera aunque dolorosa, y de ella no debe huir
jamás el aspirante al conocimiento espiritual. Una vez subyugada la
naturaleza inferior, y aquietado y purificado el cuerpo emocional la
luz de la Intuición puede brillar más y más a través de la mente
y damos aquella “paz que supera toda comprensión”. Cuando la
Intuición irradia de esta manera a la mente, no solamente podemos
ver los problemas de la vida en su propia perspectiva y sin engaños,
sino que también podemos saborear aquella felicidad (Ananda) que es
de nuestra naturaleza esencial. Los goces y placeres de la vida
inferior empalidecen a la luz de esta Ananda, tal como las luces
artificiales y hasta la de las estrellas y la luna se desvanecen cuando el Sol sale.
Pero
para alcanzar esta paz permanente, esta felicidad de la vida
superior, debemos ser pacientes,
resueltos, intrépidos, dispuestos a prescindir de los placeres y
goces temporales de la vida inferior. No descorazonamos cuando la
vida nos parece triste y desolada, pues sólo cuando la vida parece
estar en pleno reflujo es cuando estamos más cerca de su plenitud.
Antes bien, debemos trabajar con más sinceridad e intensidad en la
purificación de nuestra naturaleza inferior y en adelgazar el velo
que oculta la Luz de la conciencia Alta.
Al
tratar de los principios generales pertinentes al control del cuerpo
emocional, es necesario
también señalar los peligros de la represión. Recientes
investigaciones en
psicoanálisis
han mostrado los efectos dañinos de reprimir las emociones y deseos.
Quienes intentan controlarlos harán bien con familiarizarse
ampliamente con los principales resultados de esas investigaciones.
No es necesario entrar aquí en detalles sobre esta cuestión, pero
la idea básica puede indicarse brevemente. Según estas
investigaciones, cualquier deseo o emoción que se reprime a la
fuerza, pasa a las regiones subconscientes de la mente, y allí
engendra y mantiene ciertos síntomas patológicos que externamente
no parecen tener relación con la emoción reprimida. Estos síntomas
o grupos de síntomas se conocen técnicamente como “complejos”.
Estos complejos constituyen un factor importante en la vida emocional
y mental e incluso física, de la persona, y sin ella saberlo
influyen poderosamente en su comportamiento. El psicoanálisis ha
inventado una técnica para resolver estos complejos y restaurar la
psiquis a una condición sana y normal que elimina la tensión no
natural.
Se
puede o no concordar con las teorías del psicoanálisis; pero el
punto que tenemos que anotar
es el de que nuestras emociones y deseos representan fuerza psíquica,
y ninguna
fuerza,
conforme a la ley de conservación de la energía, puede ser
aniquilada sino solamente
transformada. No se puede destruir una fuerza una vez que ha sido
generada;
pero
sí se puede determinar la forma que ha de tomar. Cuando se reprime
un deseo o emoción,
no se afecta la fuente que suministra la energía, la cual queda
intacta, sino que se desvía la corriente de energía hacia la mente
subconsciente, donde puede tomar toda clase de formas indeseables que
finalmente saldrán a la superficie. Si tenemos una tubería de agua
sin grifo y queremos detener el flujo del agua, no lo conseguiremos
metiendo en el suelo el extremo de la tubería, el agua seguirá
fluyendo y tarde o temprano saldrá a la superficie en una forma
caótica, con lodo y mugre. Tenemos que tapar la tubería y así
detener el flujo del agua, o utilizarla de alguna manera adecuada,
como por ejemplo desviarla hacia el jardín donde ayudará al
crecimiento de las plantas.
De
modo similar, si queremos eliminar un deseo debemos dejar de generar
esa energía, o transformarla
en alguna otra forma que sirva para nuestro progreso. Dejamos de
generar esa energía cuando entendemos tan completamente el deseo que
nos colocamos por encima de él; nos hemos vuelto intensamente
conscientes de su verdadera índole, y por ende deja de afectarnos.
En tales casos, el deseo muere, simplemente porque no le
suministramos la energía que lo mantendría vivo. O también podemos
modificar la forma de la energía, sublimarla, como se dice. La nueva
forma de energía habrá de ser tal que nos ayuda a progresar hacia
nuestro ideal, en vez de estorbamos. El problema de la sublimación
de los deseos y emociones es interesantísimo y muy importante, pero
no nos toca aquí tratar sus aspectos prácticos.
Pasemos
hora a la cuestión de la purificación y educación del cuerpo
emocional. Pera entender
claramente este problema necesitamos saber cómo se forma y se
mantiene este cuerpo.
No lo hace tomando y asimilando alimento, como en el caso del cuerpo
físico, y por
tanto el problema de purificarlo y educarlo es más complejo y
difícil.
Vimos
antes que nuestros deseos y sentimientos y emociones son los
resultados que aparecen
en nuestra conciencia cuando el cuerpo emocional vibra, ya sea en
respuesta a impactos
externos o a actividades iniciadas en nuestro interior. Tomemos a las
emociones como
representativas de todas las diferentes clases de actividades del
cuerpo emocional, y entonces podemos decir que a cada clase de
emoción le corresponde una tasa de vibración particular y una
densidad particular del material que compone el cuerpo emocional, que
produce cierto color particular y cierta tasa particular de
vibración en el plano emocional.
Por
ejemplo: alguien está sintiendo fuertemente una emoción de amor en
cierto momento; entonces,
de las innumerables combinaciones de materia que componen el cuerpo
emocional,
entran en vibración unos pocos tipos definidos de esas
combinaciones, y la longitud
de onda de su vibración corresponderá matemáticamente a la
densidad del material así afectado. Al mismo tiempo, aparece en el
cuerpo emocional un color particular que también está matemáticamente relacionado con la tasa vibratoria de la emoción.
Tenemos
en el plano físico una analogía de este fenómeno en los colores
que se ven en una demostración de fuegos artificiales. Al mezclar un
metal como el bario en la pólvora, al quemarse ésta el bario se
calienta altamente y sus partículas empiezan a vibrar a cierta tasa,
y estas vibraciones nos dan la luz verde que observamos. Si en vez de
bario ponemos estroncio en la pólvora, los átomos de estroncio en
vibración producen un color escarlata. De
modo que a cada clase de material le corresponde una tasa específica
de vibración y un color específico del espectro, tanto en el plano
físico como en el emocional.
El
enlace al libro, por si prefieres leerlo a tu ritmo:
El
enlace al canal por si prefieres escucharlo despacito:
https://www.youtube.com/watch?v=QUQjTKvX_28&feature=youtu.be
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