Es
fácil vivir con los ojos cerrados,
interpretando
mal todo lo que se ve...
JOHN
LENNON
1.- LA
DOMESTICACIÓN Y EL SUEÑO DEL PLANETA.
Lo que
ves y escuchas ahora mismo no es más que un sueño. En este mismo
momento estás soñando. Sueñas con el cerebro despierto.
Soñar
es la función principal de la mente, y la mente sueña veinticuatro
horas al día. Sueña cuando el cerebro está despierto y también
cuando está dormido. La diferencia estriba en que, cuando el cerebro
está despierto, hay un marco material que nos hace percibir las
cosas de una forma lineal. Cuando dormimos no tenemos ese marco, y el
sueño tiende a cambiar constantemente.
Los
seres humanos soñamos todo el tiempo. Antes de que naciésemos,
aquellos que nos precedieron crearon un enorme sueño externo que
llamaremos el sueño de la sociedad o el sueño del planeta. El sueño
del planeta es el sueño colectivo hecho de miles de millones de
sueños más pequeños, de sueños personales que, unidos, crean un
sueño de una familia, un sueño de una comunidad, un sueño de una
ciudad, un sueño de un país, y finalmente, un sueño de toda la
humanidad. El sueño del planeta incluye todas las reglas de la
sociedad, sus creencias, sus leyes, sus religiones, sus diferentes
culturas y maneras
de ser, sus gobiernos, sus escuelas, sus acontecimientos sociales y
sus celebraciones.
Nacemos
con la capacidad de aprender a soñar, y los seres humanos que nos
preceden nos enseñan a soñar de la forma en que lo hace la
sociedad. El sueño externo tiene tantas reglas que, cuando nace un
niño, captamos su atención para introducir estas reglas en su
mente. El sueño externo utiliza a mamá y papá, la escuela y la
religión para enseñarnos a soñar.
La
atención es la capacidad que tenemos de discernir y centrarnos en
aquello que queremos percibir. Percibimos millones de cosas
simultáneamente, pero utilizamos nuestra atención para retener en
el primer plano de nuestra mente lo que nos interesa. Los adultos que
nos rodeaban captaron nuestra atención y, por medio de la
repetición, introdujeron información en nuestra mente. Así es como
aprendimos todo lo que sabemos.
Utilizando
nuestra atención aprendimos una realidad completa, un sueño
completo. Aprendimos cómo comportarnos en sociedad: qué creer y qué
no creer; qué es aceptable y qué no lo es; qué es bueno y qué es
malo; qué es bello y qué es feo; qué es correcto y qué es
incorrecto. Ya estaba todo allí. Todo el conocimiento, todos los
conceptos y todas las reglas sobre la manera de comportarse en el
mundo.
Cuando
íbamos al colegio, nos sentábamos en una silla pequeña y
prestábamos atención a lo que el maestro nos enseñaba. Cuando
íbamos a la iglesia, prestábamos atención a lo que
el sacerdote o el pastor nos decía. La misma dinámica funcionaba
con mamá y papá, y con nuestros hermanos y hermanas. Todos
intentaban captar nuestra atención. También aprendimos a captar la
atención de otros seres humanos y desarrollamos una necesidad de
atención que siempre acaba siendo muy competitiva. Los niños
compiten por la atención de sus padres, sus profesores, sus amigos:
“Mírame! ¡Mira lo que hago! ¡Eh, que estoy aquí!”. La
necesidad de atención se vuelve muy fuerte y continúa en la edad
adulta.
El sueño
externo capta nuestra atención y nos enseña qué creer, empezando
por la lengua que hablamos. El lenguaje es el código que utilizamos
los seres humanos para comprendernos y comunicarnos. Cada letra, cada
palabra de cada lengua, es un acuerdo.
Llamamos a esto una página de un libro; la palabra página es un
acuerdo que comprendemos. Una vez entendemos el código, nuestra
atención queda atrapada y la energía
se transfiere de una persona a otra.
Tú no
escogiste tu lengua, ni tu religión ni tus valores morales: ya
estaban ahí antes de que nacieras. Nunca tuvimos la oportunidad de
elegir qué creer y qué no creer. Nunca escogimos
ni el más insignificante de estos acuerdos. Ni siquiera elegimos
nuestro propio nombre.
De niños
no tuvimos la oportunidad de escoger nuestras creencias, pero
estuvimos de acuerdo con la información que otros seres humanos nos
transmitieron del sueño del planeta. La única forma de almacenar
información es por acuerdo. El sueño externo capta nuestra
atención, pero si no estamos de acuerdo, no almacenaremos esa
información. Tan pronto como estamos de acuerdo con algo, nos lo
creemos, y a eso lo llamamos “fe”. Tener fe es creer
incondicionalmente.
Así es
como aprendimos cuando éramos niños. Los niños creen todo lo que
dicen los adultos. Estábamos de acuerdo con ellos, y nuestra fe era
tan fuerte, que el sistema de creencias que se nos había transmitido
controlaba totalmente el sueño de nuestra vida. No escogimos estas
creencias, y aunque quizá nos rebelamos contra ellas, no éramos lo
bastante fuertes para que nuestra rebelión triunfase. El resultado
es que nos rendimos a las
creencias mediante nuestro acuerdo.
(((Te dejo el enlace del libro, por si lo quieres leer a tu ritmo.
Es bueno que lo reflexiones: NO es un libro de historias para leer rápidamente, sino para integrarlo a nuestras vidas.
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