El
conflicto.
Volvamos
al conflicto de Lucifer, se produjo al principio de la Creación y
quedó
institucionalizado
en el devenir humano, como esos microsurcos de los antiguos discos
por los que las agujas tenían que pasar una y otra vez para
reproducir la música. Razón por la cual resulta relevante saber lo
que ocurrió en aquellos tiempos, porque estamos
llamados a vivirlo en un momento u otro de nuestra existencia.
(Ojo al dato)
En
la creación de cualquier empresa, sea de la índole que fuere,
siempre veremos aparecer diferencias
portadoras de conflicto
que provocarán divergencias o
intentarán combatir el proyecto inicial. Esos escollos forman
parte de la naturaleza intrínseca de la vida y sólo serán
el indicio de que la empresa en cuestión
respeta los modelos evolutivos, lo cual implica que después de la
división, llegará la abundancia.
Estamos
hablando en términos simbólicos, el abismo representa el descenso
a otra realidad de inferior vibración. Hubo otras dificultades a
las que tuvo que enfrentarse la
divinidad
además de la rebelión de los luciferes. En
cada nivel de la Creación, surgen
conflictos
y la armonía se restablece precipitando a un
nivel inferior a los causantes del
problema.
En ese nivel inferior, los caídos aportan su luz, pero son al mismo
tiempo los
animadores
de nuevos focos de discordia en las Oleadas de Vida más jóvenes.
Los nuevos disidentes son a su vez precipitados más abajo, hasta
alcanzar el fondo del abismo.
Veamos
otro ejemplo, en el instituto, a los alumnos que suspenden varias
asignaturas, les hacen repetir el curso (si quieren seguir, claro),
es decir, los lanzan a un curso inferior (al abismo) y allí
suelen generar todavía más conflictos, porque son los mayores de la
clase. (Buen símil)
Si
cometen una falta grave, los echan del Instituto (los mandan al fondo
del abismo).
Toda
la Creación está interiorizada en nosotros; en cada célula y átomo
se reproduce esa caída y nuestros tres cuerpos, en su actividad
creativa, generan “disidentes”,
es decir, tendencias que están en desacuerdo con la línea más
avanzada de nuestra personalidad. Si permitimos que estas tendencias
coexistan con nuestros más sublimes propósitos, los desvalorizarán,
se mofarán de ellos, los volverán irrisorios y finalmente los
imposibilitarán.
Para
evitar que esto ocurra, debemos situar las
tendencias disidentes en el “Abismo”
a fin de evolucionar sin trabas. (No
alimentarlas)
Algunas
se reflejan formando actitudes, otras son sólo rasgos de
personalidad. Pongamos por caso, que una parte de mí decide que
quiere adelgazar y otra le hace boicot facilitando argumentos para
que siga engullendo. Debería mandar una al abismo. Mantener activas
las dos me lastimará porque generarán una contradicción en mi
interior y siempre que existe un conflicto yo salgo perdiendo. Estas
luchas, además, suelen producir un gran desgaste energético,
o sea, cansancio. (Nunca
nos solemos preguntar por qué estoy tan cansada, buscamos excusas y
excusas)
Para
conseguir que sea la parte más luminosa la que domine, tenemos que
empezar por cederle protagonismo. Si el Yo sublime sólo puede
manifestarse cinco minutos al día, concedámosle plenamente esos
breves instantes, sin permitir que las tendencias disidentes y las
sublimes coexistan, de lo contrario, las primeras, más “bregadas”,
más enraizadas, llevarán siempre las de ganar en esta
confrontación.
Los
Templos de culto fueron ideados para que lo sublime
pudiera separarse de lo
profano.
Lo que sucede es que muchos de ellos han sido ya profanados cuando
acudimos a ellos para pedirle a la divinidad que justifique nuestros
errores.
Continuando
con el relato anterior, al llegar al cuarto Día de la Creación, en
el que nos encontramos, los luciferes se vieron desgajados de la
Oleada de Vida angélica a la que pertenecían. Pero para evitar que
perdieran su nivel evolutivo y se estancaran, llegaron a un
pacto
con
Dios: ellos también ayudarían al ser humano en su avance, pero
desde la vertiente opuesta a la de los Ángeles, que contactan con
los seres humanos a través de la intuición
y la inspiración.
Ellos, los luciferes, trabajarían desde dentro, induciéndonos a
actuar, a avanzar a través de la experiencia.
Les
resultaba imposible desempeñar su labor en un cuerpo vital, como lo
hacen los
Ángeles,
pero eran demasiado avanzados para funcionar en un cuerpo físico
como
nosotros.
Necesitando sin embargo un órgano físico para su trabajo evolutivo,
se alojaron
en
la columna vertebral del ser humano y a través de ella le
dirigen su desarrollo. (Aquí me quedé pasmá, pues no tenía ni repajolera idea)
Debemos
tomar lo anterior en su aspecto simbólico, pensando que los ángeles
caídos,
espolean
al ser humano desde el interior para que avance, y al mismo
tiempo se nutren
de
sus experiencias. Así se lleva a cabo un continuo intercambio. (Para
reflexionar)
Los
serpientes.
Al
percibir la forma alargada (como de columna vertebral) de los
luciferes, los videntes les dieron el nombre de “serpientes.”
Con esta palabra son descritos en la Biblia. Es como si su cabeza
lindara con nuestro cerebro y su cola con los órganos sexuales. Su
necesidad evolutiva les obliga a prestarnos ayuda en nuestro camino
hacia el conocimiento. Pero lo hacen mediante procedimientos poco
ortodoxos, utilizando el elemento que dominan: el Fuego, y a través
del sistema “al revés te lo digo para que me entiendas”, nos
enseñan las cosas por rechazo. (Mostrarme lo que NO QUIERO EN MI
VIDA).
Los
impulsos que recibimos de ellos aceleran nuestro proceso evolutivo,
pero el precio a pagar es el dolor.
(OJO, QUE NO EL SUFRIMIENTO).
Son los representantes del llamado “brazo izquierdo de
Dios”, que se expresa a través del rigor. Su acción acelera
de forma considerable la comprensión de las cosas, pero nos aboca a
lo desmesurado y por ello nos somete a la justicia divina. Los
luciferes son instructores, pero también nuestros acusadores ante la
divinidad.
Tratemos
de clarificar este concepto. Supongamos que un niño está jugando
cerca de una chimenea encendida y que su padre le advierte que esto
encierra un peligro: el de
quemarse.
El niño tiene dos opciones: hacer caso a su progenitor, asimilando
directamente la luz (enseñanza) que le proporciona sin necesidad de
acercar su mano al fuego o bien verificar en la práctica las
advertencias del padre.
Cada
vez que nos encontramos en una tesitura de esta índole, las fuerzas
luciferianas que nos habitan nos
“soplan
al oído”
que pongamos la mano en el fuego, porque así aprenderemos en un
abrir y cerrar de ojos lo que de otra manera tardaríamos tal vez
años en comprender. Si -como ocurre en la gran mayoría
de los casos- el niño obedece al impulso luciferiano, puede acabar
quemándose y de esta forma sabrá para siempre lo que es el fuego,
sin necesitar más explicaciones ni discursos de su padre. Y el
luciferiano estará satisfecho porque habrá cumplido con su tarea:
enseñarnos, aunque sea por la vía traumática.
Si
miramos las cosas desde la inmediatez, podemos entender que los
luciferes tengan mala prensa. Pero ES SU
TRABAJO, lo mismo que el recaudador de impuestos o la grúa
que se lleva coches mal aparcados, aunque nosotros siempre tenemos la
última palabra.
Los
luciferes nunca han formado un pueblo homogéneo en el que todos
estuvieran
cortados
por el mismo patrón. Como en la Oleada de Vida humana, los hay que
han llegado más lejos en la escala evolutiva y otros menos. Los que
trabajan en la cabeza de la serpiente, alimentando nuestro órgano
generativo cerebral, son distintos a los que trabajan en la cola,
excitando nuestra sexualidad.
Según sea nuestra naturaleza, disponemos del servicio de unos u
otros. (Cuanto menos curioso, seguro que NO me lo he planteado
antes).
Es
nuestra voluntad la que los llama al trabajo, ya que sin ella nada se
mueve. Es suficiente con desearlo (aunque sea de forma inconsciente)
y acudirán al servicio los luciferes de arriba o los de abajo. Los
primeros suelen trabajar en las horas de luz, los otros toman el
relevo al caer la noche. Para alejarlos de la Obra, existe un método
seguro: ENCENDER
UNA LUZ
O
UNA VELA. Como la luz es un elemento ajeno a ellos, los
que trabajan en la cola de la Serpiente se verán obligados al
abandono de la tarea. De ahí que pueda
resultar positivo para las personas que tienen pesadillas nocturnas o
las que se sienten presionadas por su sexualidad, dormir con una luz
encendida. (Hay quien dice que no se enciendan velas ... En
fin, como siempre: me voy a dejar sentir ...)
Como
se ha expuesto con anterioridad, es preciso tener en cuenta que los
luciferes son nuestros más esforzados acusadores ante la divinidad y
ello por una razón: porque EL SER HUMANO ES
LIBRE. Las fuerzas superiores actúan en nosotros obligadas
por nuestra voluntad. Las sometemos a nuestro servicio y es
natural que luego comparezcan ante el tribunal divino para
criticarnos y quejarse.
Los
ángeles nos guían a través del cuerpo de deseos y del cuerpo vital
o cuerpo etérico, por medio de la intuición, actuando de acuerdo
con las directrices del Creador. (De ahí la importancia de conocer la constitución septenaria del ser humano). Pero el ser humano es más sensible
a la acción de los luciferes, puesto que ellos actúan desde su
fuero interno y la persona puede escuchar más fácilmente su «voz».
Los luciferes empezaron a mover a los humanos a través de la
imaginación. Por ello se dice en la Biblia que la serpiente sedujo a
Eva, ya que la mujer tiene las facultades
imaginativas más desarrolladas que el hombre. (Es una
cuestión biológica, nada de feminismo: SOMOS DIFERENTES). La
serpiente paradisíaca prometió a Eva que sería tan sabia como los
dioses y ciertamente nos comunican la sabiduría estimulando nuestras
funciones cerebrales. Pero con la cola excitan del mismo modo las
funciones sexuales y ello condujo a la humanidad a la pérdida del
Edén.
Podemos
entender el tema como si tuviéramos dos hermanos, uno más aplicado
(los Ángeles) y otro más pillo (los luciferes). Los dos tratan de
ayudarnos a crecer,
pero cada uno con sus propios medios. Al final aprenderemos, por un
método o por otro.
Existe
la posibilidad de expulsar a los luciferes de nuestro interior, ya
que el ser humano es libre, pero para conseguirlo DEBEMOS
SER CAPACES DE DIRIGIR NUESTRA VIDA, DE ACTIVAR DE FORMA CONTINUA LA
VOLUNTAD Y
DE ELEVARNOS POR ENCIMA DE LAS PASIONES Y DE LOS SENTIMIENTOS QUE LOS
ALIMENTAN. Cuanto
más recto y noble sea nuestro proceder, más dificultades
encontrarán nuestros inquilinos para alimentarse y acabarán por
retirarse.
Ello
es debido a que SON MÁS LIBRES AQUELLOS QUE
CONSIGUEN EQUILIBRAR SU VIDA A TRAVÉS DE LA COMPRENSIÓN Y EL
ENTENDIMIENTO.
Los
luciferes son como impulsos internos que forman parte de nuestro
bagaje
existencial,
el simple hecho de CONOCER SU PRESENCIA
y su naturaleza constituye una gran ayuda. (No
querer conocerlos no me va a evitar pasarlo mal, al contrario: si los
conozco, sabré como actuar ante ellos).
Todos
hemos sentido en numerosas ocasiones el desgarro emocional causado
por dos tendencias en lucha, cuando una parte de tu ser desea
romper con el pasado y otra se opone con uñas y dientes; cuando
sientes te quiero y dices te odio; cuando esbozas una sonrisa ritual
al tiempo que tu corazón llora. Cuántas frustraciones arrojaríamos
al
abismo...
si pudiéramos, si consiguiéramos dominar a esos bichos internos o
si fuéramos
capaces
de prescindir de sus servicios…
Preguntas:
1.-
¿Cuál es la última rivalidad que has vivido?
2.-
¿Te has sentido alguna vez echado al abismo?
3.-
¿Has intentado alguna vez “convertir” a tu pareja a tus
creencias?
4.-
¿Por qué es “necesario” que aparezca el conflicto en cualquier
situación?
5.-
¿Has detectado algún disidente interno… y externo?
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