miércoles, 23 de agosto de 2017

Método Kabaleb 10: El conflicto - Los serpientes.

El conflicto.
     Volvamos al conflicto de Lucifer, se produjo al principio de la Creación y quedó
institucionalizado en el devenir humano, como esos microsurcos de los antiguos discos por los que las agujas tenían que pasar una y otra vez para reproducir la música. Razón por la cual resulta relevante saber lo que ocurrió en aquellos tiempos, porque estamos llamados a vivirlo en un momento u otro de nuestra existencia. (Ojo al dato)
     En la creación de cualquier empresa, sea de la índole que fuere, siempre veremos aparecer diferencias portadoras de conflicto que provocarán divergencias o intentarán combatir el proyecto inicial. Esos escollos forman parte de la naturaleza intrínseca de la vida y sólo serán el indicio de que la empresa en cuestión respeta los modelos evolutivos, lo cual implica que después de la división, llegará la abundancia.
     Estamos hablando en términos simbólicos, el abismo representa el descenso a otra realidad de inferior vibración. Hubo otras dificultades a las que tuvo que enfrentarse la
divinidad además de la rebelión de los luciferes. En cada nivel de la Creación, surgen
conflictos y la armonía se restablece precipitando a un nivel inferior a los causantes del
problema. En ese nivel inferior, los caídos aportan su luz, pero son al mismo tiempo los
animadores de nuevos focos de discordia en las Oleadas de Vida más jóvenes. Los nuevos disidentes son a su vez precipitados más abajo, hasta alcanzar el fondo del abismo.
     Veamos otro ejemplo, en el instituto, a los alumnos que suspenden varias asignaturas, les hacen repetir el curso (si quieren seguir, claro), es decir, los lanzan a un curso inferior (al abismo) y allí suelen generar todavía más conflictos, porque son los mayores de la clase. (Buen símil)
     Si cometen una falta grave, los echan del Instituto (los mandan al fondo del abismo).
     Toda la Creación está interiorizada en nosotros; en cada célula y átomo se reproduce esa caída y nuestros tres cuerpos, en su actividad creativa, generan “disidentes”, es decir, tendencias que están en desacuerdo con la línea más avanzada de nuestra personalidad. Si permitimos que estas tendencias coexistan con nuestros más sublimes propósitos, los desvalorizarán, se mofarán de ellos, los volverán irrisorios y finalmente los imposibilitarán.
     Para evitar que esto ocurra, debemos situar las tendencias disidentes en el “Abismo” a fin de evolucionar sin trabas. (No alimentarlas)
     Algunas se reflejan formando actitudes, otras son sólo rasgos de personalidad. Pongamos por caso, que una parte de mí decide que quiere adelgazar y otra le hace boicot facilitando argumentos para que siga engullendo. Debería mandar una al abismo. Mantener activas las dos me lastimará porque generarán una contradicción en mi interior y siempre que existe un conflicto yo salgo perdiendo. Estas luchas, además, suelen producir un gran desgaste energético, o sea, cansancio. (Nunca nos solemos preguntar por qué estoy tan cansada, buscamos excusas y excusas)
     Para conseguir que sea la parte más luminosa la que domine, tenemos que empezar por cederle protagonismo. Si el Yo sublime sólo puede manifestarse cinco minutos al día, concedámosle plenamente esos breves instantes, sin permitir que las tendencias disidentes y las sublimes coexistan, de lo contrario, las primeras, más “bregadas”, más enraizadas, llevarán siempre las de ganar en esta confrontación.
     Los Templos de culto fueron ideados para que lo sublime pudiera separarse de lo
profano. Lo que sucede es que muchos de ellos han sido ya profanados cuando acudimos a ellos para pedirle a la divinidad que justifique nuestros errores.
     Continuando con el relato anterior, al llegar al cuarto Día de la Creación, en el que nos encontramos, los luciferes se vieron desgajados de la Oleada de Vida angélica a la que pertenecían. Pero para evitar que perdieran su nivel evolutivo y se estancaran, llegaron a un pacto con Dios: ellos también ayudarían al ser humano en su avance, pero desde la vertiente opuesta a la de los Ángeles, que contactan con los seres humanos a través de la intuición y la inspiración. Ellos, los luciferes, trabajarían desde dentro, induciéndonos a actuar, a avanzar a través de la experiencia.
     Les resultaba imposible desempeñar su labor en un cuerpo vital, como lo hacen los
Ángeles, pero eran demasiado avanzados para funcionar en un cuerpo físico como
nosotros. Necesitando sin embargo un órgano físico para su trabajo evolutivo, se alojaron
en la columna vertebral del ser humano y a través de ella le dirigen su desarrollo. (Aquí me quedé pasmá, pues no tenía ni repajolera idea)
     Debemos tomar lo anterior en su aspecto simbólico, pensando que los ángeles caídos,
espolean al ser humano desde el interior para que avance, y al mismo tiempo se nutren
de sus experiencias. Así se lleva a cabo un continuo intercambio. (Para reflexionar)

Los serpientes.
     Al percibir la forma alargada (como de columna vertebral) de los luciferes, los videntes les dieron el nombre de “serpientes.” Con esta palabra son descritos en la Biblia. Es como si su cabeza lindara con nuestro cerebro y su cola con los órganos sexuales. Su necesidad evolutiva les obliga a prestarnos ayuda en nuestro camino hacia el conocimiento. Pero lo hacen mediante procedimientos poco ortodoxos, utilizando el elemento que dominan: el Fuego, y a través del sistema “al revés te lo digo para que me entiendas”, nos enseñan las cosas por rechazo. (Mostrarme lo que NO QUIERO EN MI VIDA).
     Los impulsos que recibimos de ellos aceleran nuestro proceso evolutivo, pero el precio a pagar es el dolor. (OJO, QUE NO EL SUFRIMIENTO). Son los representantes del llamado “brazo izquierdo de Dios”, que se expresa a través del rigor. Su acción acelera de forma considerable la comprensión de las cosas, pero nos aboca a lo desmesurado y por ello nos somete a la justicia divina. Los luciferes son instructores, pero también nuestros acusadores ante la divinidad.
     Tratemos de clarificar este concepto. Supongamos que un niño está jugando cerca de una chimenea encendida y que su padre le advierte que esto encierra un peligro: el de
quemarse. El niño tiene dos opciones: hacer caso a su progenitor, asimilando directamente la luz (enseñanza) que le proporciona sin necesidad de acercar su mano al fuego o bien verificar en la práctica las advertencias del padre.
     Cada vez que nos encontramos en una tesitura de esta índole, las fuerzas luciferianas que nos habitan nos “soplan al oído” que pongamos la mano en el fuego, porque así aprenderemos en un abrir y cerrar de ojos lo que de otra manera tardaríamos tal vez años en comprender. Si -como ocurre en la gran mayoría de los casos- el niño obedece al impulso luciferiano, puede acabar quemándose y de esta forma sabrá para siempre lo que es el fuego, sin necesitar más explicaciones ni discursos de su padre. Y el luciferiano estará satisfecho porque habrá cumplido con su tarea: enseñarnos, aunque sea por la vía traumática.
     Si miramos las cosas desde la inmediatez, podemos entender que los luciferes tengan mala prensa. Pero ES SU TRABAJO, lo mismo que el recaudador de impuestos o la grúa que se lleva coches mal aparcados, aunque nosotros siempre tenemos la última palabra.
     Los luciferes nunca han formado un pueblo homogéneo en el que todos estuvieran
cortados por el mismo patrón. Como en la Oleada de Vida humana, los hay que han llegado más lejos en la escala evolutiva y otros menos. Los que trabajan en la cabeza de la serpiente, alimentando nuestro órgano generativo cerebral, son distintos a los que trabajan en la cola, excitando nuestra sexualidad. Según sea nuestra naturaleza, disponemos del servicio de unos u otros. (Cuanto menos curioso, seguro que NO me lo he planteado antes).
     Es nuestra voluntad la que los llama al trabajo, ya que sin ella nada se mueve. Es suficiente con desearlo (aunque sea de forma inconsciente) y acudirán al servicio los luciferes de arriba o los de abajo. Los primeros suelen trabajar en las horas de luz, los otros toman el relevo al caer la noche. Para alejarlos de la Obra, existe un método seguro: ENCENDER UNA LUZ O UNA VELA. Como la luz es un elemento ajeno a ellos, los que trabajan en la cola de la Serpiente se verán obligados al abandono de la tarea. De ahí que pueda resultar positivo para las personas que tienen pesadillas nocturnas o las que se sienten presionadas por su sexualidad, dormir con una luz encendida. (Hay quien dice que no se enciendan velas ... En fin, como siempre: me voy a dejar sentir ...)
     Como se ha expuesto con anterioridad, es preciso tener en cuenta que los luciferes son nuestros más esforzados acusadores ante la divinidad y ello por una razón: porque EL SER HUMANO ES LIBRE. Las fuerzas superiores actúan en nosotros obligadas por nuestra voluntad. Las sometemos a nuestro servicio y es natural que luego comparezcan ante el tribunal divino para criticarnos y quejarse.
     Los ángeles nos guían a través del cuerpo de deseos y del cuerpo vital o cuerpo etérico, por medio de la intuición, actuando de acuerdo con las directrices del Creador. (De ahí la importancia de conocer la constitución septenaria del ser humano). Pero el ser humano es más sensible a la acción de los luciferes, puesto que ellos actúan desde su fuero interno y la persona puede escuchar más fácilmente su «voz». Los luciferes empezaron a mover a los humanos a través de la imaginación. Por ello se dice en la Biblia que la serpiente sedujo a Eva, ya que la mujer tiene las facultades imaginativas más desarrolladas que el hombre. (Es una cuestión biológica, nada de feminismo: SOMOS DIFERENTES). La serpiente paradisíaca prometió a Eva que sería tan sabia como los dioses y ciertamente nos comunican la sabiduría estimulando nuestras funciones cerebrales. Pero con la cola excitan del mismo modo las funciones sexuales y ello condujo a la humanidad a la pérdida del Edén.
     Podemos entender el tema como si tuviéramos dos hermanos, uno más aplicado (los Ángeles) y otro más pillo (los luciferes). Los dos tratan de ayudarnos a crecer, pero cada uno con sus propios medios. Al final aprenderemos, por un método o por otro.
     Existe la posibilidad de expulsar a los luciferes de nuestro interior, ya que el ser humano es libre, pero para conseguirlo DEBEMOS SER CAPACES DE DIRIGIR NUESTRA VIDA, DE ACTIVAR DE FORMA CONTINUA LA VOLUNTAD Y DE ELEVARNOS POR ENCIMA DE LAS PASIONES Y DE LOS SENTIMIENTOS QUE LOS ALIMENTAN. Cuanto más recto y noble sea nuestro proceder, más dificultades encontrarán nuestros inquilinos para alimentarse y acabarán por retirarse.
     Ello es debido a que SON MÁS LIBRES AQUELLOS QUE CONSIGUEN EQUILIBRAR SU VIDA A TRAVÉS DE LA COMPRENSIÓN Y EL ENTENDIMIENTO.
     Los luciferes son como impulsos internos que forman parte de nuestro bagaje
existencial, el simple hecho de CONOCER SU PRESENCIA y su naturaleza constituye una gran ayuda. (No querer conocerlos no me va a evitar pasarlo mal, al contrario: si los conozco, sabré como actuar ante ellos).

     Todos hemos sentido en numerosas ocasiones el desgarro emocional causado por dos tendencias en lucha, cuando una parte de tu ser desea romper con el pasado y otra se opone con uñas y dientes; cuando sientes te quiero y dices te odio; cuando esbozas una sonrisa ritual al tiempo que tu corazón llora. Cuántas frustraciones arrojaríamos al
abismo... si pudiéramos, si consiguiéramos dominar a esos bichos internos o si fuéramos
capaces de prescindir de sus servicios…

Preguntas:
1.- ¿Cuál es la última rivalidad que has vivido?
2.- ¿Te has sentido alguna vez echado al abismo?
3.- ¿Has intentado alguna vez “convertir” a tu pareja a tus creencias?
4.- ¿Por qué es “necesario” que aparezca el conflicto en cualquier situación?
5.- ¿Has detectado algún disidente interno… y externo?



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