Depurar
errores.
Al
morir el cuerpo físico y encontrarnos viviendo en el cuerpo de
deseos, las siete regiones del mundo de Deseos forman en nosotros
siete envoltorios, dispuestos como en las cebollas,
que están constituidas por capas. Es como si
lleváramos puestos siete abrigos, de los cuales nos iremos
despojando a medida que la materia que forma el envoltorio se vaya
desintegrando. (Así se entiende todo
mejor ¿verdad?)
Así,
antes de convertirnos en ciudadanos de pleno derecho del NUEVO
MUNDO deberemos pasar todavía un periodo depurando los
errores cometidos en la vida que ha terminado, permaneciendo en la
más baja región del mundo de Deseos, que se denomina: de las
pasiones y viles deseos, aquella que en la tradición católica se
conoce con el nombre de infierno.
El
infierno existe, pero es muy distinto a como lo imaginamos
generalmente. Digamos que los seres humanos, desde el principio de
los tiempos, han proyectado (en función de un férreo sentido de la
moral y de una necesidad de control por parte
de ciertas autoridades eclesiásticas) (no
lo digo solamente yo), lo que pensaban que debía suceder
después de la muerte.
Incapaz
de comprender más allá de lo que veía, el ser humano primitivo
calculó su porvenir
en función del presente vivido. Así, el cuadro de castigos que se
imaginaba en el
infierno
era el reflejo de los propios males de la humanidad. Si a una persona
se la castigaba
por cometer un delito, peor debería ser la pena en el infierno. Las
dificultades para
comprender su propia personalidad espiritual les hizo imaginarse
penas materiales.
Es
por ello que, con algunas diferencias en la forma, la
imagen del infierno en todas las religiones se asemeja: el
fuego material es la base de los tormentos, simbolizando los más
crueles padecimientos. En el orden simbólico,
el fuego se relaciona con la purificación, lo cual indicaría que el
paso por el infierno sería un tránsito purificador de los errores
cometidos. (Algo bien diferente a lo que nos han contado)
El
concepto real es muy distinto a lo que la imaginería popular ha
proyectado, el infierno viene a ser como
una sala de cine en la cual el panorama de la vida, impreso ahora en
el cuerpo de deseos, empezará a desarrollarse ante el recién
fallecido, el cual lo contemplará como si estuviera viendo una
película. Pero se trata de una visión de su vida parcial, solo de
la parte errónea que ella contenga. Y las escenas se suceden en
orden inverso al vivido, empezando por la última imagen registrada
en la sangre, hasta la primera, impresa a los pocos instantes de
nacer.
La
persona revivirá entonces una parte de su vida, pero con la
particularidad de que ella experimentará los
sufrimientos que haya infligido a los demás con su actuación.
(repetir)
Si ha delinquido, sentirá en ella las angustias de sus atropellos.
Los percibirá con la misma intensidad con la que su prójimo los
recibió, hasta arrancar esa vivencia de la memoria de su vida. Pero
ningún dolor le es infligido sino que todo sucede en el ámbito de
las emociones, como si fuera el espectador de una película en el
cine y llora o grita por la emoción
que le producen las escenas.
En
esta región reina la oscuridad y un olor pestilente, característico
de la materia en descomposición. La fuerza de repulsión acumula las
“heces” para ser quemadas e
incorporadas
de nuevo a la materia primigenia de este mundo.
La
destrucción de este primer envoltorio de nuestro cuerpo de deseos
produce dolor emotivo, que imprimirá
en la conciencia el sentido de la corrección de los errores que
hemos cometido, sobre la base de la experimentación del dolor que
han producido en aquellos
a los que iban destinados. (Ojo al dato: NO vamos directamente al
túnel de luz que nos lleva al cielo; o eso dice).
Cuando
las “maldades” nos
han sido arrancadas de la piel, abandonamos esta zona para dirigirnos
a la siguiente región.
Esos
trabajos pueden reducirse a un mínimo o evitarse incluso si esa toma
de conciencia que debe tener lugar se ha realizado durante la
estancia en la tierra. Y uno de los trabajos que más puede ayudar a
ello es el de la Retrospección (que ya
te comentamos con anterioridad), que consiste en pasar revista a los
actos acontecidos en la jornada -desde el último hasta el primero-
teniendo el propósito de corregir los errores cometidos. Para
paliar el tránsito por el Infierno, la persona tiene que tratar de
sentir en su interior lo que ha hecho sentir a su víctima, de este
modo, ya está pasando por la prueba.
En
casos más graves, si la persona ha cometido un asesinato, por
ejemplo, la retrospección también puede ayudarle a saltar la prueba
del Infierno (aunque sentir lo que vivió la víctima le resultará
harto difícil), pero sesgar una vida conlleva una responsabilidad
con nuestros hermanos de evolución. Dado que el ciclo vital es
continuo, quien haya dado muerte a alguien
puede tener que darle vida en una próxima encarnación, siendo su
madre, por ejemplo. (Cuanto menos curioso. Forma parte de
la Ley de Causa y Efecto). Pero, además, la imagen que se formó
en su sangre de ese crimen, se grabará en su programa vital, y en
una próxima existencia esa imagen aparecerá en su programa de
manera negativa. Es decir, es probable que el propio individuo cree
situaciones en las que él sea la víctima pero podría salvarse de
una muerte violenta si su posible asesino acepta ejercer su
prerrogativa de perdonar.
La
comprensión de las leyes de la vida (que le llevarían a pedir
perdón y a orientar sus pasos hacia la petición de clemencia) o la
bondad de esa persona, ahora en situación de víctima, pueden forzar
a la gracia divina a intervenir para salvarle. Esa gracia puede
actuar entonces sobre el posible criminal, o sea, efectuar en él una
obra de redención, de
transmutación
de su forma de ser. Así pues, el antiguo criminal sólo evitará que
se cumpla en
él la antigua ley del talión -ojo por ojo y diente por diente- si
mediante una
transformación
interna es capaz de redimir y salvar de la violencia al que ha de ser
su asesino.
Todo
ello resultará difícil
porque carecemos de los canales apropiados de información y nadie
sabe si mató a alguien en otra vida, a menos que sea a través de un
vidente o de una regresión. Entonces se trata de predicar con el
ejemplo. Podemos empezar
por perdonar las ofensas que recibamos y de este modo estaremos
sembrando el germen del perdón y resultará mucho más sencillo
entonces que los demás a su vez también nos eximan de los errores
que hayamos cometido. (Será
la forma más facil, ya que no me acuerdo -normalmente- de otras
vidas).
Mandar
amor.
En
ocasiones nos enfadamos con las personas sin saber con exactitud la
razón, solo porque nos caen mal, podría ser entonces, según lo
dicho con anterioridad, que tengamos un
contencioso pendiente con ellas y eso explicaría que a veces incluso
sintamos repulsión sin apenas conocerlas.
(¡Seguro que te suena!)
Es importante comprender la necesidad de perdonar. De lo contrario
entramos en un bucle cerrado en el cual siempre se repite la
misma rutina. Al final acabamos sintiendo como un peso en la espalda,
como si transportáramos una mochila cargada con todas las personas
con las que mantenemos tensiones.
Es
como un pez que se muerde la cola, si emitimos sentimientos sombríos
(odio, celos, envidia, rencor) hacia otra persona, ésta los recibe
y, de forma inconsciente, nos los renvía, lo cual recarga de nuevo
nuestro depósito de desperdicios y le volvemos a mandar una nueva
carga de profundidad. Podemos continuar así hasta el aburrimiento (y
nuestra capacidad
de aguante es ilimitada), o hasta que uno de los dos decide invertir
la corriente.
¿Cómo
se consigue? CON AMOR. Se trata de
cambiar el contenido del género que mandamos al otro y en su lugar
enviarle amor. Años atrás se emitía en la televisión un programa
de dibujos animados llamado: “los Osos Amorosos”, en él
unos ositos se dedicaban a enviar corazones de colores a todo el que
emitía sentimientos negativos. Aun cuando pueda parecer una
tontería, es un buen sistema. Se trata que
durante unos días (nueve sería un buen plazo) dedicáramos tres
minutos de nuestro tiempo a concentrarnos e imaginar que desde
nuestro corazón salen unos corazoncitos de color rosa hacia el
corazón de la persona con la que estamos en conflicto. Podemos
asegurar que se producirá un cambio importante en la relación con
ella. (Por probar no pierdo nada ¡y
puedo ganar muchísimo! Cada día más claro: EL AMOR TODO LO PUEDE.)
A
modo de ejemplo, uno de los casos más curiosos lo vivió una mujer a
la que llamaremos Puri. En un curso, le dijimos que mandara corazones
a una persona con la que mantuviera una tensión. Nos explicó que
iba a mudarse de apartamento, después de veinte años, y que había
una vecina en su edificio con la que quería congraciarse antes de
marchar. Sin haber tenido un roce, nunca había conseguido que la
saludara al cruzarse en la escalera. Le mandó los corazones y al
tercer día llamaron a su puerta. Era la vecina con un ramo de
margaritas. Se las entregó sin mediar una palabra y se marchó. A
partir de aquel día empezaron a saludarse cordialmente.
Preguntas:
1.-
¿Cuál es más viejo, el mundo físico o el de Deseos?
2.-
En el combate entre el bien y el mal ¿quién gana y por qué?
3.-
¿A qué región corresponde el infierno?
4.-
¿Cómo es el infierno?
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