lunes, 21 de agosto de 2017

Método Kabaleb -9: Los Misterios de la Obra Divina.

Los Misterios de la Obra Divina.- Bloque 2

     Estamos mostrando una línea coherente, en la que se sigue una teoría que muestra el avance de nuestra Creación. Es importante comprender que se trata de un relato que escenifica, al mismo tiempo, lo que sucede (o debería suceder) en nuestra actividad diaria.
     La evolución es un ser vivo y a medida que te acompasas con sus latidos, tu vida empieza a cobrar coherencia, las piezas encajan y todo se vuelve más sencillo.
     Ninguna sensación resulta más agradable que la de sentir que diriges los mandos de tu nave, que eres tú quién conduce y no las circunstancias, como suele sucederle al común de los mortales.
     Recuerda, seguir el CCA: CONOCER, COMPRENDER y APLICAR.
     A continuación compartimos un poco más de información sobre nuestro sistema evolutivo. Trata de asimilarla bocado a bocado, sin prisa, como quien saborea una maravillosa taza de té chino.

1. Capítulo VI - Tensiones en la cúpula.
     Los ángeles son seres de luz cuya principal misión es ayudar al ser humano en su evolución. Como hemos visto en el capítulo IV, si seguimos el orden de la Creación, en el Quinto Día estamos destinados a convertirnos en ángeles, entonces la pregunta que se nos plantea es: ¿son los ángeles actuales, seres humanos adelantados?
     Los que hoy llamamos ángeles proceden de otro Periodo y fueron “creados” por un Dios distinto al nuestro, uno anterior que ahora ocupa más altas funciones en el cosmos. Es decir, que son la obra de un equipo de creadores distinto del que se ocupó de la creación de las chispas divinas destinadas a transformarse en seres humanos. Se rigen por unas normas diferentes a las nuestras, su objetivo es el de ayudar al ser humano a obtener poderes creadores, pero sin alcanzarlos ellos mismos.
     Imaginemos, por ejemplo, que en una empresa se solicitan los servicios de una firma consultora para aumentar su cuota de mercado. Los miembros de dicha sociedad, gracias a esta ayuda, pueden ir mejorando, alcanzar niveles más altos de eficiencia; en cambio el destino de los consultores no es ascender en esa empresa, en todo caso lo harán en la suya.
     El hecho de que los ángeles formen parte de otra “empresa” y participen en la nuestra como ayudantes del jefe (Dios), hizo que se produjera una situación que podríamos definir como de cierta rivalidad por parte de ellos respecto a los seres humanos. En los libros sagrados abundan episodios en los cuales los ángeles nos acusan ante Dios, mientras el Creador se erige como nuestro defensor. Véase por ejemplo la Divina Comedia, de Dante.
     El génesis de la Creación y la historia del ser humano son una misma realidad a diferentes niveles. En el séptimo Día, los humanos habremos conquistado poderes creadores y en el próximo Periodo de Manifestación tendremos la responsabilidad de un universo, ya que ha sido planificado así.
     En cambio, siendo siempre superiores a nosotros en conocimientos espirituales, los ángeles nunca dejarán de ser los ayudantes de una jerarquía más alta. Ello propició que a esta categoría de seres le costase considerar a nuestro Dios como su auténtico superior jerárquico y en un momento dado de la evolución estalló la discordia en las legiones angélicas.

LUCIFER.
     Lucifer fue el más brillante representante de la Oleada angélica y cuando Dios le comunicó que debía reducir su luz y que su principal labor era la de conducir al ser humano en su evolución, él se negó a seguir las directrices del Creador. Para romper una lanza a favor de Lucifer, pensemos como se sentiría alguien que está realizando una carrera brillante y de pronto le notifican que debe abandonar sus estudios para dedicarse a impartir clases a grupos inferiores a su rango. La negativa de Lucifer a acatar las órdenes propició que él y sus partidarios, es decir, las legiones de ángeles que le siguieron en su rebelión, fueran precipitados al abismo.
     Este incidente puede sugerir que ser el número uno -como era el caso de Lucifer- conlleva un peligro: el de identificarse con la verdad. En la vida social, los individuos que brillan en cualquier dominio siempre se encuentran a dos pasos del abismo. Los secuaces de Lucifer, llamados luciferes, se perdieron por la falta de adaptación a los cambios y por su negativa a “rebajarse”, a descender un nivel y unir su Fuego (espiritualidad/emisividad/impulso/ energía de conquista), el elemento con el que se encontraban identificados, con el Agua (sentimientos/emociones/ deseos/sensibilidad/amor) el elemento al que debían integrarse.
     El individuo que se identifica con una verdad inamovible, con una situación cristalizada en la vida, que se estanca en un entorno en el cual le resultará imposible avanzar, se ve abocado a ese simbólico abismo.
     Son esenciales las enseñanzas que se derivan de la caída al abismo de los luciferes para el crecimiento personal: es preciso saber descender de las alturas sublimes, cuando el porvenir evolutivo de los demás está en juego y la estrategia requiere cierto sacrificio.
     Hablamos de abismo en el sentido de apartar las almas de estos seres de la senda evolutiva, como dejar sus almas en “stand by” ya que nada en el universo puede ser destruido.
     Imaginemos un matrimonio en el que uno de los dos se ha iniciado en cursos de crecimiento espiritual y se pregunta: ¿Cómo puedo conseguir que mi pareja participe en mi ASCENSO espiritual? Se nos ocurren diez sugerencias que podrían resultarle útiles:

1.- Evita el recurso fácil de dogmatizar.
2.- Respeta sus opiniones.
3.- Háblale de estos temas sólo cuando pregunte.
4.- Invita a tu pareja a participar en tus actividades.
5.- Escúchala.
6.- Participa en sus centros de interés.
7.- Ayúdala en lo que sea posible.
8.- Predica con el ejemplo.
9.- Procura conseguir que tu pareja sea feliz.
10.- Ponte en su lugar.

     Como puede constatarse, la mayoría de estos puntos están dirigidos a que la persona iniciada participe en las actividades de la otra, y parece un contrasentido, cuando de lo que se trata es de lo contrario, de propiciar la elevación de la pareja.
     Cuando una persona inicia un camino de ascenso espiritual, una buena estrategia puede consistir en respetar y comprender los valores del otro, de su pareja o seres allegados, participar de ellos. De este modo, la otra persona se dará cuenta de los beneficios que puede reportarle adentrarse en el camino espiritual. Si, en cambio, la conducta del que quiere ascender es prepotente, si se muestra superior porque cree poseer más conocimientos, la imagen transmitida asustará a su entorno y lo que conseguirá será lo contrario de lo que pretendía.
     A menudo nos cuesta ponernos en la situación del otro porque somos ajenos a sus MOTIVACIONES, al sentimiento que le lleva a actuar de una determinada manera. Por ejemplo, a los hombres suele gustarles las películas de acción, de violencia o el fútbol. Si le pedimos a una mujer que comparta con su marido el sofá cuando está absorto en una de estas emisiones, lo más probable es que se niegue. Pero quizá en más de una ocasión la mujer conseguiría mejorar su relación si realizara un esfuerzo y tratara de comprender la razón por la cual su compañero adhiere a esa “violencia”. Tal vez sea una forma de descargar su propia violencia, sus frustraciones, su incapacidad de afrontar la relación, de comunicarse. Teniendo en cuenta que la fuerza marciana por su polo positivo, genera la creatividad, el arrojo, el compromiso y por su polo contrario, la violencia, la ira. En este sentido, la violencia sería el resultado de una creatividad que no ha encontrado salida hacia el exterior. (Quiero entender que Kabaleb puso este ejemplo porque la inmensa mayoría de personas que se involucran más en la Ascensión Espiritual, suelen ser mujeres.- Sin ánimo de generalizar)

     Estamos demasiado acostumbrados a JUZGAR y a COMPARAR; utilizamos el término altas y bajas “vibraciones” como arma arrojadiza, con un sentido a veces absurdo y así pensamos que una persona es más espiritual o avanzada que otra por el hecho de ser vegetariana, de rezar a menudo, de visitar templos o de viajar al Tíbet, como si la evolución se midiera a través del estómago, del fervor o del número de visitas que uno realice a lugares más o menos santos.

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