Seguimos
con el Método Kabaleb, que se me amontona el trabajo, pues ya he
recibido la segunda entrega y aún no he terminado de compartir la
primera.
"""6.
Capítulo V -
Los tres
cuerpos del ser humano.
La
parte que estamos tratando ahora es la más áspera y quizá densa de
este curso, pero es necesaria para facilitar una base de
entendimiento sobre la que se va a desarrollar
el resto del programa de la evolución. Más adelante entraremos en
el proceso
del nacimiento y el de la muerte o de lo que definimos como el
Tránsito.
Hemos
comentado anteriormente que Dios dividió su espacio en siete planos esféricos
para desarrollar su Obra, reciben el nombre de menor a mayor
densidad:
1º.-
Mundo de Dios
2º.-
Mundo de los Espíritus Vírgenes
3º.-
Mundo del Espíritu Divino
4º.-
Mundo del Espíritu Vital
5º.-
Mundo del Pensamiento
6º.-
Mundo del Deseo
7º.-
Mundo Físico
Cada
uno de estos mundos consta a su vez de siete subdivisiones, pero ese
tema lo dejamos de momento.
En
el Primer Día de la Creación, la vida se desarrolló en el tercero,
cuarto y quinto de estos mundos; en el Segundo Día, se desarrolló
en el cuarto, quinto y sexto; en el Tercer Día, en el quinto y sexto
y mitad superior del séptimo; En el Cuarto Día, nuestra
vida se desarrolla en el mundo del Pensamiento (5º), en el
mundo del Deseo
(6º) y en el mundo Físico (7º).
O
sea, la vida en su proceso de manifestación ha ido «descendiendo»
de forma progresiva
hacia mundos cada vez más cristalizados, más estructurados,
habiendo alcanzado
ahora el máximo grado de materialización/atomización y el
punto de mayor
separación del espíritu.
Considerando
que el espíritu recorre un camino de Involución
hacia las
formas materiales
antes de iniciar el camino Evolutivo hacia la esencia
espiritual, podemos deducir
que es preciso tocar fondo, tocar la materia para poder elevarse.
Dicho de otro
modo: es preferible esperar para acometer una elevación hacia lo
sublime, hacia caminos
espirituales, a que se hayan acumulado suficientes experiencias en el
mundo físico,
a que hayamos “tocado” la materia. Esto no significa que
no debamos iniciar nuestro
proceso espiritual, pero es preciso hacerlo sin dejar de cumplir con
nuestras obligaciones
cotidianas.
Pongamos
un ejemplo, el caso de Laura, una mujer que se fue a un templo
budista porque tenía problemas con su marido y decidió tomar el
camino de la elevación espiritual y marcharse al Tíbet. Regresó al
cabo de seis meses y se encontró que todos sus problemas la estaban
esperando. Se había quedado sin marido, sin casa, sin trabajo y tuvo
que volver a vivir con sus padres. Le costó bastante retomar el hilo
de las actividades diarias, porque se encontraba como colgada, ella
definía su estado como
estar a caballo entre dos mundos. (Eso lo comparto a menudo: NO se puede huir de lo que consideramos "problemas": ellos van con nosotros adonde quiera que vayamos, sólo cambio de localidad, puedo ir de Sevilla a Madrid, Paris o Australia, me llevo conmigo todos mis "problemas").
A
eso nos referimos al decir que primero es preciso vivir las
experiencias materiales, para evitar quedarse flotando entre dos
planos. Es necesario conocer a fondo las propiedades de la materia,
sus leyes, sus funciones, su movimiento orgánico interno. (Si he decidido experimentar esas historias, no es de recibo que ahora pretenda saltarlas a piola, digo yo.)
Pero
son numerosos los aspirantes a la aventura espiritual que se dejan
seducir por el canto de las
sirenas, por mensajes lisonjeros, y piensan que la senda iniciática
va a facilitar la solución rápida de sus problemas y luego les
sucede como a Laura. Pero, aun así, acaban aprendiendo
de sus errores. (Aunque hay quien necesita repetir muchas veces para aprender)
Numerosos
gurús venden paz y armonía a quien siga sus enseñanzas, pero estos estados
se consiguen a través del equilibrio y este se alcanza cuando los
asuntos más perentorios
están en orden.
Supongamos
que una persona debe acudir a un lugar preciso para vivir ciertas experiencias,
y que en su camino se encuentra con una bifurcación, estando
obligada a
elegir. Imaginemos que escoge la opción incorrecta. Puede que ande
durante mucho
tiempo, pero llegará un momento en que caerá en la cuenta de que se
ha equivocado
de camino. Entonces, volverá sobre sus pasos y su traspié le habrá
permitido
descubrir el camino correcto.
Es
importante tomar conciencia que una senda espiritual nunca ha de
representar una huida, un abandono de las obligaciones materiales de
cara a la familia, al trabajo o a la sociedad. Cuando existe un deber
que cumplir, significa que hay una enseñanza que aprender. Podremos
empezar a volar cuando hayamos cumplido con todas nuestras
obligaciones cotidianas.
Podremos
empezar a volar cuando hayamos cumplido con nuestras obligaciones. (Ojo, lo que considero "obligaciones" NO son las que me marca la sociedad y los sistemas de creencias, sino las que he asumido como Alma antes de encarnar).
A
menudo se nos vende que aquellos que se espiritualizan son luego
mejores personas
y es cierto, siempre y cuando espiritualizarse signifique comprender
la organización
de la vida en la tierra, que equivale a conocer la estructura
cósmica.
El
error se produce cuando, teniendo una serie de obligaciones que
cumplir (con padres,
con hijos, con el hogar, la familia, el trabajo) uno se enrola para
seguir la
doctrina de un gurú que proclama, en nombre de cualquier entidad espiritual
(que él ha
malinterpretado), que lo abandonemos todo y le sigamos.
Este
error también se produce con los grandes iniciados. Jesucristo dijo
que lo abandonáramos
todo y le siguiéramos. Pero las enseñanzas de ese gran maestro son simbólicas
y deben ser interpretadas como tales. Él representaba lo más
elevado que puede
haber en el espíritu humano y cuando proclamaba el abandono de las pertenencias,
se refería al sentimiento de apego que sienten los seres
humanos por
los objetos que les rodean. Él quería subrayar la necesidad de
desprendernos de aquello
que nos ata a la materia para sentirnos libres y poder así seguir
los dictámenes
de nuestra conciencia.
El
desapego se consigue tomando conciencia que la vida es como un
restaurante, se trata de probar los platos de la carta, saboreándolos
a placer, dándoles una utilidad, pero sin necesidad de poseerlos, de
sentir que son nuestros. Hemos de permitir que todo fluya a nuestro
alrededor. Es una labor lenta, que requerirá un tiempo y en la que
deberemos emplear paciencia."""
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